martes, 4 de octubre de 2011

"Lejos de Toledo", de Angel Wagenstein


Durante el tiempo que pasé en Bulgaria, que fueron cinco años como el que no quiere la cosa, posiblemente una de las frases que más escuché en labios de mis interlocutores búlgaros al manifestar mi sorpresa ante algunas de sus costumbres o comportamientos (rara vez dejan indiferente al forastero), fue la siguiente: "Bulgaria es Oriente". Una afirmación que podría interpretarse como justificación o incluso como disculpa ante lo que a ojos de un europeo occidental que anda de paso por aquel país balcánico carece de una sencilla y aparente explicación. Y es que Bulgaria en ocasiones puede llegar a ser paradigma de lo irracional (y no se interprete esto como defecto, sino más bien como virtud).

El que caso es que, certera o no, apropiada o no, la frase de marras a mí me viene al pelo para poder hablar en esta bitácora de literatura oriental sobre una novela y un autor búlgaros de los que me apetecía hablar. Y si tenemos en cuenta que el autor, además de búlgaro, es judío, se incrementa más aún el aroma a "orientalidad" en todo este asunto.

Una gran sorpresa fue para mí descubrir hace pocos años a este Angel Wagenstein (Plovdiv, Bulgaria, 1922), un judío sefardí cuyos datos bibliográficos (los que figuran en la solapa de este libro y en la Wikipedia) son ya de por sí la jugosa base para una intensa novela de aventuras. De todos ellos, el que más me sorprendió con diferencia fue uno que le hace acreedor de frases hechas, refranes y topicazos tan recurrentes como "a la vejez, viruelas"; "más vale tarde que nunca" o (quizá el más adecuado) "nunca es tarde si la dicha es buena". Y es que resulta que, a sus 78 años, mientras muchos de sus coetáneos programaban un viaje a Benidorm con el IMSERSO, se echaban su partida diaria de dominó en el centro municipal de la tercera edad, o simplemente se narcotizaban con la programación televisiva de sobremesa, el bueno de Wagenstein decide iniciar una carrera literaria con su novela El Pentateuco de Isaac, que tendrá una buena acogida entre críticos y lectores, y será traducida a varios idiomas,entre ellos al español. En 2002, dos años después de El Pentateuco de Isaac, publica su segunda novela, que es esta a la que hoy dedicamos nuestra atención. Y todavía le han quedado ganas para publicar una tercera: Adiós, Shanghai (2004). Cierto es que Wagenstein había hecho sus pinitos como guionista cinematográfico en la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, lo que quiere decir que la escritura ficcional no era para él un terreno inexplorado. Aun así, que alguien escriba las tres primeras novelas de su vida en el curso de cuatro años y siendo un octogenario, aparte de que debería ser "carne de telediario" (aunque por desgracia, noticias así no suelen salir en la tele), me parece un ejemplo a seguir (pero por desgracia, no lo suele ser).

De estas tres novelas de Wagenstein, que en su conjunto forman una trilogía dedicada al destino de los judíos de la Europa Central y del Este a lo largo de la última centuria, es Lejos de Toledo la que más nos toca desde el punto de vista temporal, ya que la acción transcurre en el tránsito del siglo XX al XXI, en una Bulgaria ya inmersa (salvajemente inmersa) en la sociedad de mercado y en constante transformación, para lo bueno y para lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad... Es una Bulgaria con muchas lagunas y agujeros negros en su frenético desarrollo, con un pie en la Unión Europea y otro fuera de ella. Una Bulgaria que avanza funámbula en la cuerda floja del desarrollo sin rumbo y ve como principal salvación el potencial turístico de sus escenarios naturales y urbanos, la especulación inmobiliaria y el empacho de ladrillo (algo que resulta peligrosamente familiar al otro lado del Viejo Continente, ¿verdad?).

Y a esa Bulgaria llega, procedente de Israel, Albert Cohen, judío de origen búlgaro que, tras muchos años viviendo en Oriente Medio, regresa a Plovdiv, su ciudad natal, con ocasión de la celebración de un congreso. Y allí revivirá algunos de los momentos más entrañables de su infancia, pero también se dará de bruces con algunos de los cambios que la república balcánica ha experimentado en las últimas décadas, como la presión a la que le someten ciertos individuos mafiosos que andan detrás de ciertas propiedades que la familia de Albert Cohen mantenía en Plovdiv.

En definitiva, es una novela que, como pocas, resume las virtudes y los vicios de la Bulgaria de nuestros días, pero hábilmente acompañada de contrapuntos de nostalgia, y todo ello con un talento narrativo y una plasticidad que dan fe del oficio que Wagenstein tiene como guionista cinematográfico. A ratos tierna, a ratos cínica, a ratos canalla, muy entretenida de principio a fin.

Está publicada por Libros del Asteroide y la traducción del búlgaro corrió a cargo de Venceslav Nikólov.


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