jueves, 30 de abril de 2015

"Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura", de Kenzaburo Oé


 No es nada fácil escribir sobre la locura o sobre las minusvalías psíquicas metiéndose a través de los personajes de un relato en la piel de locos o minusválidos psíquicos, conque la empresa resulta mucho más meritoria si se hace por triplicado y en un solo libro. Y eso es lo que pretende y consigue Kenzaburo Ōe en Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1966).
 
Ya le tenía ganas yo a este libro, que estaba agotado en librerías, ausente en las bibliotecas que yo puedo consultar y parcialmente “pirateable” en Internet (se puede descargar por ahí, pero solo el primero de los relatos que forman la trilogía, el que da título al volumen); pero felizmente rescatable de librerías de viejo, como pude comprobar en una reciente visita a Madrid.
 
Me ha parecido un libro muy recomendable para quienes deseen iniciarse en la obra de Kenzaburo Ōe y busquen algo representativo de su quehacer literario y que a la vez sea asequible. Sobre todo en el primero (Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura) y en el último (El día que él se digne enjugar mis lágrimas) de los tres relatos que configuran este volumen, podemos detectar de manera sintetizada pero evidente las principales preocupaciones temáticas que ocuparán buena parte de sus obras fundamentales, como el trauma autobiográfico del padre que sufre por tener un hijo con una deficiencia mental, tema abordado por primera vez en Una cuestión personal (1964), y que vuelve a tratar posteriormente en El grito silencioso (1967) y en ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era! (1983); o la ridiculización de valores como el patriotismo, sobre todo al hilo de lo experimentado en ese sentido en Japón durante la Segunda Guerra Mundial

Sin embargo, quiero hacer una mención especial al segundo de los relatos de este libro, titulado Agüí, el monstruo del cielo. De los tres cuentos del libro, éste fue el que mejor impresión me causó, quizás porque me pareció más original que los otros dos en cuanto a temática; nos muestra a otro Ōe, más desvinculado de sus preocupaciones habituales sobre la figura del retrasado o sobre el fanatismo nacionalista e imperialista del Japón en guerra. En Agüí, el monstruo del cielo se perfila una relación dual, similar a las relaciones paterno-filiales de los otros relatos, pero que ahora se traza a través de un enfermo mental y su cuidador, que nos lo cuenta en primera persona. Aquí aflora otro Ōe con tintes de realismo mágico, pero de un realismo mágico que juguetea no tanto con la ambigüedad entre sueño y realidad, sino entre la dimensión de la cordura y la de la locura, y la delgada línea que las separa, en el supuesto de que tal línea haya sido realmente trazada.
 
En definitiva, una deliciosa trilogía narrativa; tres exponentes modestos (quizás) y poco conocidos del mejor Ōe. Mereció la pena la larga espera para poder leerlos.