martes, 13 de abril de 2010

"Sed de amor", de Yukio Mishima


Si bien no es lo que más me ha gustado de cuanto he leído de Mishima, me sigue pareciendo una obra de una más que aceptable calidad.

La novela nos cuenta la vida de Etsuko, una tokiota que en plena posguerra se queda viuda, tras lo que se muda a una zona rural de la prefectura de Osaka, donde su suegro posee una finca. A partir de ese momento, Etsuko queda vinculada al padre del que fue su marido, aunque ella se enamora de un joven criado llamado Saburo. Este, a su vez, no hace demasiado caso a la viuda y sí a Miyo, otra criada de la casa, a quien deja embarazada. A lo largo de la novela, Etsuko navega sin rumbo en un mar de celos y de búsqueda a la desesperada del verdadero amor.

A lo largo de la lectura de Sed de amor se puede alcanzar un cierto grado de simpatía con Etsuko, una mujer que trata de hallar el amor en un medio muy hostil hacia la libertad sentimental, en unos años económicamente muy difíciles para el país y donde comer estaba por encima del resto de cosas. Y en el caso de las mujeres, la dependencia material con respecto a los hombres era tan alta, que cualquier otro aspecto humano quedaba supeditado al hecho de sobrevivir.

Como en todo Mishima, Etsuko muestra una obsesiva tendencia a la búsqueda de su verdadero interior, que es lo que acaba encandilando al lector.

Se recomienda.

"Norwegian Wood (Tokio Blues)", de Haruki Murakami


Acabo de releerla. La leí por primera vez hace ocho años, en inglés, cuando aun no contábamos con la traducción de Tusquets. Era lo primero que leía de Murakami y no me convenció demasiado, y ahora, después de haber leído algunas más de él, me animé a releer este trabajo, ahora retitulado Tokio Blues (título que por cierto no me gusta nada, porque tampoco es una novela 100% tokiota y algunos de los acontecimientos fundamentales de la novela tienen lugar en Kansai; pero supongo que a los de Tusquets les parecía más comercial que Norwegian Wood).

La novela es triste, a veces desoladora, a la par que desmitificadora (la visión que Murakami nos da de las revueltas estudiantiles de 1968 no es tan idealizada como la que a veces nos suelen vender otros intelectuales). Esa descorazonadora dinámica de soledad, suicidios y sexo a la desesperada ofrece un cuadro deprimente de la juventud japonesa del momento; se observa mucho nihilismo en cada diálogo, en cada personaje. Y también mucha exageración (me imagino que intencionadamente buscada por Murakami) en el perfil de algunos personajes, como ese Toru Watanabe que con 19 añitos conoce a la perfección lo más granado de la literatura y de la música universal, a la vez que ha tenido relaciones sexuales con ocho chicas, como él mismo declara en un pasaje de la novela, y todavía le queda tiempo para estudiar en la facultad y trabajar a tiempo parcial en una tienda de discos: el chico es una máquina.

Tras esta segunda lectura, sigue sin parecerme lo mejor de Murakami (no consigo entender cómo es una de las dos o tres novelas más leídas de toda la historia de la literatura japonesa, con todo lo que hay de calidad), pero en cualquier caso es algo absolutamente leíble.

sábado, 10 de abril de 2010

"La zapatilla de cristal", de Shotaro Yasuoka


Ha sido una grata sorpresa para mí descubrir este "clásico" contemporáneo de la literatura japonesa, recientemente publicado en español por la editorial El Tercer Nombre.

La zapatilla de cristal (Garasu no kutsu) es una colección de nueve relatos que se desarrollan entre los últimos años 30 y los primeros 40, momentos complicados para Japón y los japoneses por su proceso de militarización y participación en la II Guerra Mundial y las dificultades y penurias que tales circunstancias trajeron a la población civil en el desarrollo de su vida cotidiana.

Unas historias a ratos divertidas y a ratos duras, con unos finales poco convencionales, a veces inciertos, que invitan al lector a reflexionar y a imaginar el destino de los protagonistas, que parecen condenados a vivir sumidos en la más prosaica y aburrida cotidianeidad. Si se me permite la licencia de comparar estos relatos con la obra de algún cineasta japonés, debo decir que Yasuoka me ha recordado al primer Ozu, el que hacía películas mudas.

Lo único que no me ha convencido es que la traducción de María Alonso de Yerro no es directa del japonés, sino a partir de la versión inglesa de Royall Tyler. En cualquier caso, no por ello os privéis de leerlo.

"Confesiones de una máscara", de Yukio Mishima


Yo empecé a leer a Mishima "al revés"... Entiéndase, que lo primero que leí de este autor fue lo último que escribió, es decir, su archiconocida tetralogía de El mar de la fertilidad. Y también motivado por aquella famosa película de Paul Schrader Mishima: A Life in Four Chapters. Eran los últimos años 80 y yo era un estudiante de primer año de carrera que empezaba a interesarse de una manera bastante tímida y poco sistemática por lo japonés. Y entre la cruda recreación del haraquiri de Mishima en la película de Schrader y esos arrebatos de fervor ultranacionalista mishimiano que se palpan en toda su tetralogía final, pero fundamentalmente en Caballos desbocados (la segunda de las novelas que componen la saga), empecé a forjar una idea algo antipática del que hoy, lo que son las cosas, se ha convertido en mi novelista japonés favorito de cuantos vivieron en el pasado siglo.

No sé si con razón o sin ella, pero se puede llegar a la conclusión de que Mishima sufrió un proceso involutivo a lo largo de los últimos 20 años de su vida, pues esa imagen del ultraderechista que en 1970 promovió el conato de golpe de Estado tras el que se suicidó, poco tiene que ver con ese Mishima profundo y emocional a la vez de sus primeras novelas, como Confesiones de una máscara, que es su debut en el terreno de la narrativa larga. Sorprende la vigencia del tema, a más de 60 años de su publicación, pues la historia es una salida del armario en toda regla, con un protagonista que un día descubre que siente una atracción irreprimible hacia su compañero de estudios, aunque al final opta por tratar de casarse con alguien del sexo opuesto (después de todo, la solución burguesa y políticamente correcta solía vencer en la narrativa japonesa de aquellos tiempos).

Con todos esos ingredientes, Confesiones de una máscara me ha dejado muy buen sabor de boca, sobre todo por lo mucho de autobiográfico que este libro tiene, con un Mishima que, a través de las andanzas del protagonista, deja todas las cartas sobre la mesa, y ya no sólo por la declarada homosexualidad, sino por ese constante viaje introspectivo, esa continua mirada hacia el interior, hacia la obsesiva investigación de temas como el amor, la pasión, la razón y, por supuesto, la muerte. En otras palabras, que Confesiones de una máscara es como una tarjeta de visita que Mishima proporciona a sus lectores para que se hagan una idea de lo que va a ser su trayectoria futura como escritor y como ser humano... Aunque, como ya comenté al inicio, experiemente dos décadas de transformación como hombre y como autor.

Publicada por Espasa Calpe en su Colección Austral.


"El grito silencioso", de Kenzaburo Oé


Me estoy aficionando a Kenzaburo Oé. Engancha ese estilo tan personal pero a la vez con unos temas y problemas tan dirigidos al público general (dispuesto a leer, claro) japonés y no japonés. No son fáciles sus textos, pero ese es precisamente el encanto. La novela se deja llevar desde el primer momento por una dinámica del absurdo subyugadora: dos hermanos, "Mitsu" y "Taka". El primero de ellos vive en Tokio y tiene graves problemas en su familia, pues tiene un hijo deficiente mental, cuyo nacimiento hunde a su esposa en el hoyo del alcoholismo. Mientras, "Taka" regresa de los Estados Unidos, donde pretendía participar en una revolución popular (son los últimos años 60), pero de allí no obtiene otra cosa que una enfermedad venérea que le contagió una prostituta madura afroamericana. Entonces, a "Taka" no se le ocurre otra cosa que regresar a la isla de Shikoku, de donde eran sus padres, para allí tratar de organizar una revuelta campesina como la que en el siglo XIX lideró uno de sus antepasados. Y lo curioso es que a "Taka" le hacen caso los pueblerinos, cargando todas sus iras contra el dueño del mayor supermercado de la comarca, un coreano a quien ven como la quintaesencia de la tiranía y la opresión al pueblo. Una atractiva lectura en que se produce la no siempre cómoda convivencia de la comedia con la tragedia, y una de las obras fundamentales de este Premio Nobel que es Oé, pues en su obra posterior a El grito silencioso se van a ver muchos retornos a los temas aquí abordados.

Está publicada por Anagrama en distintos formatos (el de la foto pertenece a la Colección Compactos) y traducida por Miguel Wandenbergh.


viernes, 9 de abril de 2010

"Tigre blanco", de Aravind Adiga


Por increíble que pueda parecer, el blog del inefable Sánchez Dragó puede llegar a dar pistas de buena literatura (malo es que a él no se le pega), y a través de dicho cuaderno de bitácora hasta se puede llegar a descubrir una cierta afinidad con los gustos literarios del famoso presentador de televisión y presunto escritor. Lo que son las cosas.

De hecho, hasta ese buen día en que me metí en el diario digital dragoniano (en verdad yo no quería, pero fue una de las muchas y severas consecuencias que sobre mis neuronas tuvo la impía ola de frío que nos azotó el pasado invierno), yo no había oído hablar de este Aravind Adiga y su Tigre Blanco, novela que ha tenido una excelente acogida en el público, dentro y fuera de la India, país de origen del autor, quizás porque sus páginas son las pistas donde tienen lugar un desfile de verdades, a cada cual más políticamente incorrecta, en torno a esa compleja realidad que es la India de hoy.

La novela no tiene nada que envidiar en cuanto a temática social y agridulce sentido del humor a las novelas picarescas que hace cinco siglos se escribían en España, con un personaje central que trata de progresar socialmente mediante las únicas estrategias posibles de que una persona de baja categoría social dispone tanto en la India de hoy como en la España del Siglo de Oro: el engaño, la audacia y la violencia.

De esta novela me quedo con casi todo, quizás por lo que de rareza tiene: aquí se dicen ese tipo de cosas que normalmente no se suelen decir en otros textos, por miedo a no se sabe exactamente qué. Me encanta lo que de didáctico tiene, con ese protagonista que, una vez que ha conseguido triunfar, se dedica a escribir correos al Primer Ministro de China para explicarle lo que la India es en realidad, frente a lo que oficialmente le van a contar cuando vaya de visita a Delhi. Realmente podríamos ver que Aravind Adiga nos toma a cada uno de nosotros como ese mandatario chino, y nos hace abrir los ojos, para que no caigamos en esos fuegos de artificio que lanza el glamour de Bollywood y otras demencias creativas.

Háganle un favor a su salud mental y crean a Adiga. La India es como él dice que es, o al menos se le parece bastante.

Publicada en español por Miscelánea Editorial.


"Poemas de madurez", de Kobayashi Issa


El conocimiento de este autor se lo he de agradecer al gran poeta, mejor compañero y óptimo amigo Juan Antonio Bernier, uno de los promotores del Festival de Poesía Internacional Cosmopoética, que tiene lugar anualmente en la ciudad de Córdoba. Para él va desde aquí mi agradecimiento y mi reconocimiento por la impagable labor que está desarrollando a caballo entre Bulgaria y Andalucía por el fomento de la lectura y el mejor conocimiento de la poética planetaria, la de ayer, la de hoy y la del mañana. La de siempre.

Soy más de prosa que de poesía, he de reconocer, así que peco de una cierta incapacidad para hallar buena literatura poética por mí mismo: me la tienen que introducir y recomendar. Además, suelo tener mis prejuicios hacia el género del haiku, desprestigiado a más no poder por los muchos aventurerillos que en Occidente se lanzan a experimentar en lenguas europeas con este género... A experimentar excepcionales métodos laxantes, en la inmensa mayoría de los casos.

Pero te lanzas a descubrir el genuino haiku japonés, el que se forjó bajo la sobriedad aislacionista del periodo Edo (1603-1868), y los prejuicios hacia la poética minimalista nipona desaparecen de un plumazo.

Fue en esos dos siglos y medio de mirarse reflexivamente al ombligo, cuando la lengua japonesa grabó páginas de deleitosa gloria literaria. El aislamiento político y militar del archipiélago llevó parejo una introspección de la estética y el sentimiento, una victoria intelectual y emocional del uchi (lo de dentro) frente al soto (lo de fuera), una concepción dual de la realidad que sin duda marcó el devenir histórico de Japón, incluso tras la finalización del periodo Edo y la posterior modernización y apertura del país experimentada en la era Meiji y posteriores.

Y uno de los poetas que le tocó vivir esa orgía de la endogamia a la que asistió el Japón de los siglos XVII, XVIII y la primera mitad del XIX, fue el monje Kobayashi Issa (1763-1827), cuya vida fue todo un cúmulo de desgracias y sinsabores; un verdadero asquito, para abreviar. En sus viajes a lo largo de Japón, Kobayashi conoce el frío y el hambre; pero cuando trata de establecerse en algún lugar y llevar una vida sedentaria, verá morir a sus hijos y a una de sus esposas, sabrá lo que es el divorcio en otro de sus matrimonios, perderá su vivienda en un incendio... No es de extrañar que luego sus poemas se inclinasen por sentir lástima hacia los seres más débiles e indefensos de la naturaleza, como los pájaros, insectos y algunas plantas, pues muy posibliemente se identificaba con todos ellos. Con autores como Kobayashi se confirma esa teoría de que para ser un buen escritor las tienes que pasar canutas. Fantásticos haikus de madurez los que nos encontramos en este libro, donde conceptos como la sencillez y la elegancia se ven sinónimos.

Como ya dije antes, lo publicó Cosmopoética, con selección de poemas, traducción y notas a cargo de Josep M. Rodríguez.

"Sueños y ensoñaciones de una dama de Heian", Dama Sarashina


Una interesante obra escrita a mediados del siglo XI por Sarashina, una dama de la corte imperial de Kioto que vivió unos pocos años después de Murasaki Shikibu, la cortesana que escribiera el Genji monogatari, obra que precisamente Sarashina menciona en su diario y que admira y lee con avidez. El texto nos habla de los viajes de la autora, como el que hizo en su juventud cuando su padre tuvo que salir de Kioto para servir al emperador en una provincia, o las muchas visitas a una infinidad de templos de Kioto y sus alrededores. Toda vicisitud es motivo para Sarashina de escribir versos y dejar volar su imaginación.Es una obra donde se dejan ver todas las ilusiones de su autora, pero también todas sus frustraciones motivadas por las peculiaridades del complejo y sofisticado entramado social en el que ella se hallaba inmersa. La Dama Sarashina trata de ser una mujer culta dentro de sus posibilidades y limitaciones (recordemos que en el Japón de la era Heian la "alta cultura" se expresa en chino y no en japonés, y las damas de la corte no solían tener acceso al primero de los dos idiomas) y trata de seguir el estilo de vida y literario de las damas de la anterior generación, como la ya citada Murasaki Shikibu, que debió ser todo un ejemplo a seguir por sus sucesoras en la tarea de imprimir a la lengua japonesa rasgos de vehículo literario. Habrá quien todo esto le resulte algo ñoño, pero lo comparo con lo que hace la Banana Yoshimoto en la actualidad, y la verdad es que me quedo con lo que hacían aquellas pioneras autoras de Heian. Vivir para leer.

En definitiva, un bello diario que nos acerca a ese periodo tan interesante de la historia que es el Japón Heian. Se recomienda.

Se publicó en español en editorial Atalanta.

"Kanikosen. El pesquero", de Takiji Kobayashi


Uno tiende a pensar (equivocadamente) que Japón es ese país cerrado a toda influencia externa, sea beneficiosa o perjudicial, hasta que un buen día llega a tus manos un libro como este que os presento, donde descubres que las preocupaciones de la clase obrera japonesa de los años 20 del pasado siglo venían a ser las mismas que la de otros trabajadores de la vecina Unión Soviética, así como similar era el deseo de iniciar una revolución como la triunfara en Rusia en 1917. El propio autor de la novela, Takiji Kobayashi (1903-1933), fue un activista en favor de los derechos de la clase obrera, lo que le llevó a participar en revueltas y huelgas y hasta acabar en los calabozos de la policía política, que le aplicó toda clase de torturas hasta producirle la muerte cuando nuestro novelista contaba con sólo 30 años.

Trágico e injusto fin el de Kobayashi, digno del trágico destino de los personajes de su relato, los tripulantes del Hakko Maru, barco pesquero y factoría flotante que anda a la captura del más sabroso cangrejo en las gélidas y tormentosas aguas de Kamchatka, en el litoral soviético. En el Hakko Maru se dan cita todo tipo de trabajadores, desde curtidos lobos de mar hasta pobres campesinos de Tohoku (norte de la isla principal de Japón) que buscan mejor fortuna en el mar, pasando por estudiantes que están endeudados hasta las orejas y que creen que en el mar van a hacer un buen servicio a la patria... Hasta que una vez a bordo se dan cuenta de dónde se han metido: en una versión flotante del infierno, con tormentas que continuamente amenazan con hundir la embarcación, en un sistema de trabajo que bien podría definirse como esclavista, donde incluso la Armada japonesa puede llegar a intervenir para poner orden en los barcos, siempre a favor de la patronal. La sucesión de calamidades e injusticias conducen inevitablemente a la rebelión de los oprimidos pescadores.

Me ha gustado lo simple y lo directo del estilo, en la línea de la mejor literatura proletaria, aleccionadora e hiperrealista, aunque en ocasiones pueda llegar a incurrir en la exageración (claro, que para saberlo con certeza habría que haber trabajado y navegado en uno de esos barcos). No es difícil solidarizarse durante la lectura con los infortunios de los personajes y las canalladas a las que se ven sometidos. No en vano, el libro está gozando, ocho décadas después de su primera edición, de un éxito de ventas (y de lecturas, se entiende) que ni el más optimista hubiera podido imaginar en 1929. Se ve que la crisis nos hace despertar; eso, unido al hecho de que los jovencitos japoneses se han caído por fin del guindo, y ya no se creen esas estafas intelectuales que forjaron tras el final de la Segunda Guerra Mundial, de que había que trabajar como campeones y sin apenas derechos (jornadas laborales extenuantes y práctica ausencia de las vacaciones), todo para levantar la nación y superar a Estados Unidos en la paz. Cuando se empiezan a leer libros como Kanikosen, sin duda es que el descontento se ha alojado en la juventud japonesa. Lo lamentable es que luego se critique a esta juventud de hoy, que al menos en Japón está demostrando ser menos cateta que sus padres.

Se encargó de publicar esta novela en español la editorial Ático de Los Libros y la traducción del japonés corrió a cargo de Shizuko Ono y Jordi Juste. Por cierto, en la portada de esta edición se puede leer una de esas burradas de antología destinadas a vender más ejemplares: ponen la cita de un tal Matthew Ward (supongo que era alguien importante, pero a mí su nombre me decía lo mismo que el de Paco Pérez, así que he tenido que buscarlo en la Wikipedia) que asegura que Kanikosen es "la versión japonesa de Las uvas de la ira", comparación que, aparte de lo poco afortunada que me parece (si acaso, Kanikosen, como novela de realismo socialista o proletario, sería más bien una versión japonesa de La Madre de Gorki), es injusta en cuanto a que Kanikosen se publicó en 1929, mientras que la novela de Steinbeck es de 1939. Por tanto, apelando a la justicia, que no al rigor científico, ¿podríamos decir que Las uvas de la ira es la versión yanqui de Kanikosen? Maldito etnocentrismo...