martes, 31 de enero de 2012

"El pabellón de oro", de Yukio Mishima


"Si quemo el Pabellón de Oro, cometeré un acto altamente educativo. Gracias a ello, las gentes aprenderán lo insensato de concluir por analogía en la destrucción de cualquier cosa, aprenderán que el simple hecho de haber seguido existiendo, de haber permanecido de pie sobre las riberas del Espejo del Agua durante 550 años no implica garantía de ninguna clase; [...] las gentes aprenderán a estar menos seguras, con la inquietud de pensar que mañana mismo pueden ser arrojadas como un desecho..."

Así de "didáctico" se muestra el protagonista de esta novela, basada en un hecho real: el incendio que sufrió en 1950 el emblemático monumento de Kinkakuji en Kioto, provocado por un joven monje llamado Hayashi Yoken que, según la Wikipedia, estaba "con las facultades mentales alteradas". No digo que no sea cierto (de hecho los informes psiquiátricos de Hayashi Yoken hablan de esquizofrenia y manías persecutorias), pero la versión novelada que Yukio Mishima (1925-1970) nos proporciona de los hechos en El pabellón de oro (1955) nos acerca a una personalidad mucho más compleja y fascinante que la muy desoladora y bastante simplista realidad clínica. En el texto de Mishima nos encontramos con un personaje que tiene unas ideas muy claras (aunque siempre flotando frágilmente en un profundo mar de dudas), a la par que obsesivas y delirantes (como el propio Mishima) sobre conceptos como la belleza, lo efímero y lo eterno. Y en el centro de sus inquietudes filosóficas, se encuentra el Pabellón de Oro del templo de Rokuonji, donde reside en calidad de monje novicio al servicio de un sacerdote que fue amigo de su ya fallecido padre, también sacerdote budista. La tartamudez del joven monje, unido al odio (justificado) hacia su madre, lo convierten en un personaje singular, algo retraído y meditabundo.

Lo que más me ha gustado de esta novela es que he podido encontrar en ella por primera vez (o al menos con más firmeza que en obras anteriores) los principales temas que preocuparon a Mishima en la segunda mitad de su vida, como por ejemplo ese odio irascible hacia el nuevo Japón que surge de las cenizas de la derrota en la Segunda Guerra Mundial; la llamada a cometer actos concluyentes y algo extremos en cuanto a su simbolismo y a sus consecuencias; un intenso sentido de la estética capaz de influir sobre cualquier otro aspecto del pensamiento...

No es una obra sencilla de leer (Mishima no lo suele ser), pero no por ello deja de ser un trabajo para disfrutar, haciéndose el lector algo cómplice de las ideas y de los actos de este cautivador híbrido de pirómano y pensador zen; actos que a veces son rotundos y firmes, pero a veces vacilantes y contradictorios: de nuevo Mishima se mira al espejo en su personaje.

La obra fue publicada en español por Seix Barral, pero como lleva siglos descatalogado, yo me lo descargué gratuitamente de internet y sugiero a quienes deseen leer esta preciosidad literaria, que hagan exactamente lo mismo, pues no podrán conseguirlo pagando... Si de libros se trata, desgraciadamente se está conviertiendo en habitual que uno desee gastar su dinero en alguno y las editoriales no le brinden la posibilidad de hacerlo.

viernes, 27 de enero de 2012

"La presa", de Kenzaburo Oé


Aprovecho que acabo de ver la película Shiiku (飼育) de Nagisa Oshima (1961) para hablar de la novela corta homónima de Kenzaburo Oé en la que el filme está basado, y que leí hace un par de años. Publicada en 1957, es una de las primeras obras del Premio Nobel japonés y la que permitió descubrir su talento literario al público de su país. En español fue publicada hace casi una década por editorial Quinteto bajo el título de La presa, y antes también la editó Anagrama. Ahora ambas ediciones están agotadas (por lo menos, en las librerías de Madrid que visité hace unas semanas no las tenían), así que quien quiera leer esta obra tendrá que descargarse de internet el .pdf correspondiente; para que luego digan que la gente piratea: ¡Si es que muchas veces no nos queda otra, desde que a las editoriales solo les da por publicar best-sellers! Si alguien está interesado en comprar La presa, no puede hacerlo, y tiene que adquirir el texto por conductos no comerciales... Así están verdaderamente las cosas, y quien quiera interpretar de otra forma el fenómeno de las descargas, allá él/ella.

Hale, ya he descargado mi dosis diaria de adrenalina, así que ahora, ahíto de bienestar, me centro en el libro: la acción transcurre en plena Segunda Guerra Mundial. Un avión militar estadounidense cae por accidente en los alrededores de una humilde aldea japonesa de la isla de Shikoku, cuyos habitantes descubren que el único superviviente de la catástrofe es un oficial de raza negra (o afroamericano, para que no se me enfaden los apóstoles de lo políticamente correcto), lo cual deja descolocados a estos paisanos, porque ellos tenían una idea bastante peyorativa de la gente de este color y se los imaginaban poco menos que como inocentes animales, así que no se hacían a la idea de que los afroamericanos pudiesen también estar participando en los cruentos bombardeos a las principales ciudades japonesas.

Los aldeanos someten al soldado y lo encierran en un granero. Durante el cautiverio del militar, los niños son los que tratan de aproximarse a "la presa" y descubrir que su huésped forzoso no es tan diferente a ellos como creen. Uno de estos niños nos narra en primera persona la historia.

Pero las cosas dejan de ir bien y se acaban torciendo...

La novela es algo autobiográfica, pues recoge las vivencias que el propio Kenzaburo Oé sin duda atesoró durante su infancia, que transcurrió en su modesta localidad natal de la isla de Shikoku durante los años del citado conflicto bélico.

Una novelita muy recomendable, fácil de leer (rasgo que no siempre se da en la literatura de Kenzaburo Oé) y que rezuma sensibilidad por cada página, gracias al tamiz que representa la óptica infantil de ese anecdótico acontecimiento en el seno de una guerra mundial que a ojos de los niños es difícil de entender. ¡Descárguensela!

martes, 17 de enero de 2012

"Flores de verano", de Tamiki Hara


Por fin me animé a emprender la lectura de este libro, lectura que tenía pendiente desde hace seis meses porque siempre había encontrado algo mejor (según mis preferencias y mi criterio) que leer. Deduzco que debo tener alguna especie de instinto oculto que me permite jerarquizar los libros adquiridos en función de la buena o la mala impresión que su lectura me va a causar, porque, como me temía, este Flores de verano no me ha resultado todo lo satisfactorio que debiera.

Y el caso es que me atraía el tema: relatos sobre el bombardeo atómico de Hiroshima narrados por Tamiki Hara (1905-1951), autor que fue superviviente de aquella tragedia, es decir, un representante del movimiento literario llamado genbaku bungaku ("la literatura de la bomba"), destinado a describir y narrar los hechos vividos (sufridos) en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en aquel mes de agosto de 1945, así como las terribles consecuencias para la salud de muchos de quienes tuvieron la mala suerte de salir con vida de aquello pero sin encontrarse lo suficientemente lejos como para no verse afectados por las radiaciones y sus efectos colaterales.

Ya digo que la sinopsis del libro apuntaba buenas maneras, como también lo hace la buena introducción biográfica que el traductor Fernando Cordobés hace sobre la figura de Tamiki Hara, un personaje cuya singular vida ofrece datos como para armar una novela: un licencado en Literatura Inglesa que hacia 1930 hacía incursiones en el movimiento de la literatura proletaria, tan de moda en el Japón de aquellos años (recordemos Kanikosen), pero que pocos años después se convierte en una especie de dandi, a la par que putero (llega a secuestrar a una prostituta en Yokohama, a la que mantiene secuestrada durante un mes, hasta que ella logra escapar). En 1933 sienta la cabeza y se casa, pero su mujer fallece once años después y eso le hace caer en una profunda depresión que le hace abandonar el Tokio donde la pareja había vivido, para trasladarse a Hiroshima, la ciudad natal de Hara, justo unos pocos meses antes del lanzamiento de la bomba atómica sobre esa ciudad, acontecimiento del que él fue testigo y superviviente, y consideró que había que contarlo. Años después, en 1951, quizás sintiéndose incapaz de seguir viviendo con el lastre emocional de aquella terrible experiencia, se suicidó arrojándose a las vías del tren, pero no sin antes dejarnos tres relatos costumbristas y dramáticamente descriptivos sobre lo que fueron aquellos traumáticos hechos del 6 de agosto de 1945. Esos cuentos, que la editorial Impedimenta recopila y publica por primera vez en español con traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, son Flores de verano (1947), De las ruinas (1947) y Preludio a la aniquilación (1949). Siguiendo el orden cronológico de los hechos descritos, que no de la publicación de los textos, Preludio a la aniquilación sería el primero que habría que leer (y por eso figura en primer lugar en la edición de Impedimenta), pues nos introduce a la situación de la familia protagonista de los tres relatos, una familia de Hiroshima con tres hermanos, uno de los cuales, Shôzô, regresa a la ciudad después de haber estado unos años fuera (es evidente que Shôzô es trasunto del propio Tamiki Hara).

Bueno, son tres relatos que se leen con facilidad y en breve tiempo, si bien no dejan demasiada huella... No sé si es que ya estoy curado de espanto y no me impresionan en absoluto los relatos sobre el horror del holocausto nuclear o de cualquier otro tipo de catástrofe bélica, pero lo cierto es que hay ejemplos de este tipo de literatura que han sido capaces de tocar en lo más profundo de mi alma, como La tumba de las luciérnagas de Nosaka. En los tres cuentos de Tamiki Hara veo el mérito que tiene la templanza de ánimo en alguien que, habiendo sufrido aquel horror, fue capaz de contárnoslo para que lo supiéramos y no lo olvidáramos; pero poco más. Hara tenía algo que contarnos y la necesidad de hacerlo (necesidad fundamental para poder iniciar cualquier proceso creativo literario), y así lo hizo. Sin embargo, me quedo con la idea expresada por Fernando Cordobés en la introducción y que viene a corroborar mis sospechas: "De no haber sufrido la experiencia de la bomba, [Tamiki Hara] quizás no habría ocupado un lugar destacado en el panorama literario de su época". Y es que el panorama literario japonés de posguerra no dejaba hueco a autores mediocres: eran los años en que Yukio Mishima iniciaba su fulgurante carrera literaria, mientras que los más veteranos Yasunari Kawabata y Junichiro Tanizaki enriquecían las suyas con algunas de sus mejores obras.

En definitiva, Flores de verano me ha parecido un trabajo necesario por lo que nos cuenta, pero prescindible por lo literario. Si no se lee, no pasa nada. Pero como tampoco va a pasarles nada si lo leen, ¡anímense!

jueves, 12 de enero de 2012

"La escopeta de caza", de Yasushi Inoue


Había escuchado y leído buenas opiniones y críticas sobre esta brevísima a la par que profunda e inquietante novela de Yasushi Inoue (1907-1991), que se puede leer perfectamente de principio a fin en una sola mañana. De todas esas reseñas, me quedo con el análisis que aquí publica Orlando Betancor, de la Universidad de La Laguna, y que viene a disertar sobre el tratamiento que Inoue hace en La escopeta de caza (1949) de la soledad, tema central de cuantos se alojan en las escasas 100 páginas que integran el libro.

En efecto, la soledad se alza como el principal problema humano que se debate en la obra. La soledad, ese concepto que ha sido objeto de tantas y tantas metáforas y personificaciones en la literatura, el cine y otros medios: la soledad del corredor de fondo, la soledad del portero ante el penalti, la soledad del opositor a notarías, la soledad del lector de novelas... Inoue le da una vuelta de tuerca al asunto y localiza el paradigma de la soledad en el cazador que recorre exhaustivamente montes y cotos con una escopeta como única compañía. Una imagen que Inoue anuncia en el prólogo de la novela y que resulta bastante certera si uno se pone a pensar en la literatura cazadora, da igual si ficción o ensayo, de Miguel Delibes (1920-2010), por poner un ejemplo de sobra conocido por el lector hispanohablante.

La soledad, una de las grandes preocupaciones de la sociedad nipona contemporánea, lo que queda una y otra vez reflejado en la literatura y el cine, vemos que ya interesaba a Inoue hace más de 60 años y se alza como asunto principal en La escopeta de caza, aunque abordado con una maestría que lo hace permanecer tímidamente oculto hasta las últimas páginas; de hecho, en los inicios uno cree que se dispone a leer un drama típico sobre adulterio y relaciones de amor-odio entre personas de distinto sexo. Y una inquietante escopeta que está presente incluso en el título y que luego goza de un protagonismo menor que el esperado.

Aparte del tema, es muy sugerente la estructura de la novela, que entra de lleno en el género epistolar, en desuso en Occidente desde mediados del siglo XX pero al que Yasushi Inoue no duda en recurrir. Tres cartas escritas por sendas mujeres, cada una de las cuales ha conocido al protagonista de la historia, un cazador casado que tiene relaciones adúlteras con una divorciada. La esposa, la amante y la hija de ésta son las tres autoras de las misivas, en donde se recuerda al hombre que está más solo que la una: la hija de la amante, que sabe lo que ha pasado por el diario de su madre, no quiere volver a verle; su esposa legítima, que conoce su relación desde hace tiempo, le manifiesta su odio; la amante, aquejada de una severa enfermedad, yace en su lecho de muerte, desde donde lanza unas crudas reflexiones sobre amar y ser amado que acaban de hundir al cazador en la miseria...

No son interpretaciones o versiones diferentes de un mismo hecho, como sucedía en Rashomon, el relato de Akutagawa. Aquí se ponen las cartas sobre la mesa desde el comienzo y conocemos a culpables, a víctimas y, más exactamente, a víctimas-culpables. lo que tenemos es tres formas distintas de sentir y de vivir unos hechos que son evidentes, objetivos e incuestionables. Lo fabuloso es la enorme exposición de sentimientos, anhelos y deseos que desfilan por tan escasas páginas: Inoue nos da una exhibición de economía expresiva.

Fue publicada en español por Anagrama en 1988 (yo he manejado la tercera edición, de 2003), con una traducción de Javier Albiñana y Yuna Alier (colaboración) que merece, como poco, un "tironcillo de orejas", sin ánimo de que nadie se moleste. Aunque en los créditos así no figura, salta a la vista que no es una traducción directa del japonés, sino una traducción hecha a partir de una versión inglesa: ello se nota cuando Shijô-dôri, la famosa calle de Kioto, aparece en el texto como "Shijo Street"... Digo yo que, o lo dejas en Shijô-dôri, o lo traduces completamente en español como "Calle de Shijô". Lo mismo sucede cuando se cita a "Mito City", lo cual quedaría muy lindo si dicho lugar estuviera en Arkansas, pero lo cierto es que se halla en la Prefectura de Ibaraki. ¿Había alguna razón de peso para no traducirlo como "Ciudad de Mito" o simplemente "Mito"? Otro tanto sucede cuando expresan la velocidad de un corredor en "millas por hora" (claro, en la traducción inglesa venía así). Opino que si se traduce desde otra lengua que no es la original (una práctica que, de entrada, suele gustarnos bastante poco a los lectores), se debería advertir, aunque solo sea por una cuestión de honradez intelectual. Aparte de eso, se observa en ocasiones algo de pobreza e imprecisión léxicas en el castellano empleado por los traductores. Para muestra, un botón: "la casi isla de Izu"... Una "casi isla" es eso que en las clases de Geografía de primaria llaman "península", ¿verdad? Pues eso: la península de Izu.

Está claro que el libro perfecto no existe, aunque en esta ocasión las principales imperfecciones no son atribuibles al autor.

domingo, 8 de enero de 2012

"Al sur de la frontera, al oeste del Sol", de Haruki Murakami


No es ni por asomo la obra de Murakami que más me impacto: siempre me pareció una especie de "remake" de Norvegian Wood (otra que tampoco me hizo un excesivo tilín). Pero bueno, por aquello de que me encontraba realizando un expurgo a mi biblioteca y esta novela va a acabar en otras manos que no son las mías, sí quería al menos rescatar algunas de esas frases brillantes que Murakami siempre tiene y que en esta obra tampoco podían faltar:

"A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir."

"Hay muchas maneras de vivir. Hay muchas maneras de morir. Pero eso no tiene ninguna importancia. Al final, sólo queda el desierto. El desierto es lo único que vive de verdad."

"Nadie se sumerge en ninguna aventura esperando resultados mediocres. La gente, pese a tener un chasco nueve de cada diez veces, desea tener al menos una experiencia suprema, aunque sólo sea una vez. Y eso es lo que mueve el mundo. Eso es el arte, supongo."

jueves, 5 de enero de 2012

"Tatuaje", de Junichiro Tanizaki


Como toda mi vida he procurado ser original en mis propósitos para cada año entrante, esta vez no iba a hacer una excepción. Por tanto, para 2012 no me he marcado como objetivos aprender inglés o dejar de fumar, sino saldar la deuda pendiente de lecturas que tenía con uno de los pesos pesados de la literatura japonesa del pasado siglo: Junichiro Tanizaki (1886-1965).

Hasta ahora, de Tanizaki solo había leído El elogio de la sombra (1933), su certero ensayo sobre el sentido de la estética en Japón y su comparación con la idea que de la belleza se tiene en Occidente. Ya iba siendo hora de dedicarle el tiempo que se merece a su repertorio de obras de ficción, y qué mejor forma de iniciar ese recorrido por su bibliografía con el relato Tatuaje (1910), uno de sus primeros trabajos, del que he podido disfrutar gracias a la elegante edición de Rey Lear, con traducción de Naoko Kuzano y Alicia Mariño (que también es prologuista del libro), e ilustraciones de Manuel Alcorlo.

En las escasas páginas de este relato uno percibe que el profundo conocimiento que Tanizaki demostró poseer en materia de arte y de estética, tanto de Japón como de Occidente, en El elogio de la sombra, no es sino el fruto de toda una vida dedicada a observar el sentido de la belleza en el género humano y a tratar de entender las reacciones que su percepción provoca en el genio creador, sea cual sea la forma de expresarlo. Y es que Tanizaki universaliza la estética; la ve por doquier y no solo en las más sublimes manifestaciones artísticas. Así, si en El elogio de la sombra partía de la oscuridad de unas letrinas japonesas para formular su lograda teoría de la sombra como elemento capital del universo estético nipón, en el relato que ahora nos ocupa se interesa por las inquietudes estéticas de un tal Seikichi, "que se había ganado la vida como pintor de la escuela de los Utagawas de ukiyoe, de los maestros Toyokuni y Kunisada". Y sin embargo, ese Seikichi que parecía estar destinado a convertirse en un genio de la pintura, acaba "descendiendo a la condición de tatuador", aunque eso no le impide poseer su propia visión de la belleza, así como del placer, lo que queda perfectamente registrado en el relato: el cuerpo de sus clientes es el lienzo en el que Seikichi plasma su obra, lo que le lleva a ser muy exigente con quienes acuden a sus servicios, porque este tatuador no solo no admite a cualquiera en su estudio, sino que somete sin piedad a un inimaginable repertorio de dolores a los pocos privilegiados que logran hacerse sobre su epidermis con los favores del artista.

Se puede decir que Seikichi vive en una obsesiva búsqueda del cuerpo perfecto, pero es el descubrimiento fortuito de unos pies femeninos lo que le lleva a entender que ya ha encontrado lo que quería... En definitiva, buena carga sadomasoquista y fetichista la contenida en este lindo relato, que lo hace más atractivo si cabe. Precisamente esos elementos que en el prólogo de Alicia Mariño son presentados como algo transgresor y como un ejemplo de la influencia de la literatura occidental sobre Tanizaki (y no digo que no sea cierto), podrían también interpretarse como el sólido conocimiento que Tanizaki poseía del sentido de la estética y de las perversiones (si es que ellos lo veían como perversiones) que tenían los japoneses durante el shogunato Edo (1600-1868), y que a veces queda reflejado en trabajos de ukiyoe como El sueño de la esposa del pescador de Hokusai. Además, el texto de Tanizaki deja bien reflejado que aquella era una época en que la costumbre de tatuarse la práctica totalidad del cuerpo era bastante popular en Japón, a diferencia de lo que sucede a día de hoy, cuando la mayoría de los japoneses sigue considerando el tatuaje como un hábito propio de colectivos delictivo-marginales o, en el mejor de los casos, algo típico de gaijines.

Y de las ilustraciones de Manuel Alcorlo, debo decir que no son el tipo de dibujos que a mí me llaman la atención ni me provocan reacciones favorables, porque reconozco que para esto soy muy de tópicos y hubiera preferido algo más genuinamente japonés, en plan ukiyoe, máxime tratándose de una historia ambientada en el periodo Edo. Sin embargo, soy consciente de la originalidad que tales dibujos muestran, y al fin y al cabo ilustran de manera bastante fidedigna el texto, que al fin y al cabo es de lo que se trata.

En definitiva, un entrañable cuento cargado de sensualidad y erotismo que te asegura una tarde entretenida. Hay que seguir leyendo a Tanizaki.

lunes, 2 de enero de 2012

"Lun Yu. Reflexiones y enseñanzas", de Confucio (Maestro Kong)


Como estos primeros momentos del año son siempre un tiempo para la reflexión y los buenos propósitos, como por ejemplo imponernos las obligaciones (que no se cumplirán) de estudiar swahili, dejar de fumar, correr diez kilómetros diarios o empezar a llevarnos mejor con la suegra, no estaría de más que nos dedicáramos previamente a "entrenar" nuestra capacidad innata de meditar (por increíble que parezca, todos gozamos de esa capacidad, estoy convencido de ello).

Y qué mejor forma de estimular esa capacidad que recurriendo a Confucio (551-479 a. de C.), uno de los pesos pesados del pensamiento y que te llevará a arrojar al cubo de la basura todo pretencioso manual de autoayuda moderno que puedas haber alojado inocentemente en tus estanterías.

Muchas son las ediciones de la obra de Confucio que, con mayor o menor gracia, han sido publicadas en castellano. La que yo manejo y recomiendo es este Lun Yu (reflexiones y enseñanzas) de editorial Kairós, con traducción directa del chino, introducción y notas de Anne-Hélène Suárez, porque me parece una edición muy clarita y manejable para besugos que, como yo, somos poco aficionados al pensamento abstracto... Y aquí habría que añadir oportunamente la manida coletilla "y así nos va", porque Confucio es de esos pensadores que le permiten vislumbrar el lado práctico y provechoso de la filosofía incluso al más neuronalmente miope.

Y por aquello de que al andar se hace camino, qué mejor manera de mostrar lo que es Confucio que mediante la selección de citas que extraje de la lectura del libro:

-"Palabras zalameras y apariencia afable poco tienen de humanidad" (I-3)

-"No me preocupa que los hombres no me conozcan. Me preocupa no conocer a los hombres" (I-16)

-"Quien gobierna por su virtud es como la Estrella Polar, que permanece en su sitio mientras los demás astros giran en torno a ella" (II-1)

-"Estudiar sin reflexionar es vano; reflexionar sin estudiar es peligroso" (II-15)

-"¿Te enseño lo que es el saber? Considera que sabes lo que sabes, considera que no sabes lo que no sabes. Ése es el saber" (II-17)

-"Con mesura pocos yerran" (IV-23)

-"Inicialmente, mi actitud con las personas consistía en escuchar sus palabras y creer en sus actos. Ahora, mi actitud con las personas consiste en escuchar sus palabras y observar sus actos" (V-9)

-"La humanidad consiste en formarse formando a los demás, lograr haciendo que logren los demás" (VI-28)

-"¡Estoy de suerte! Si cometo un error, no pasa desapercibido" (VII-30)

-"Se puede arrebatar el jefe a un ejército; pero no se puede arrebatar la voluntad, ni siquiera al hombre más humilde" (IX-25)

-"Si el señor es recto, todo se hace sin necesidad de que mande. Si el señor no es recto, por mucho que mande, no será obedecido" (XIII-6)

-"Es más difícil ser pobre sin resentimiento que rico sin arrogancia" (XIV-11)

-"De joven no respetar a los mayores, de adulto no hacer nada digno de mención, y de viejo no morir: ¡Esto es ser un bellaco!" (XIV-46)

-"Si un hombre merece que hables con él y no lo haces, desperdicias al hombre. Si no merece que hables con él y sin embargo lo haces, desperdicias las palabras" (XV-7)

-"Quien no reflexiona sobre el porvenir, tendrá inquietudes inmediatas" (XV-11)

-"Sé exigente contigo mismo y poco con los demás: alejarás los resentimientos" (XV-14)

-"Con alguien que no se pregunta qué ha de hacer, no tengo nada que hacer" (XV-15)

-"No corregir los errores: eso es lo que llamo error" (XV-29)

-"Llegué a pasar un día entero en ayunas y toda una noche en vela para meditar. No sirvió. Es mejor el estudio" (XV-30)

-"Enseño, no discrimino" (XV-38)

-"¿De qué sirve que deis guía a un ciego si no lo sostenéis cuando vacila ni le dais la mano cuando cae?" (XVI-1)

-"Solo la persona de sabiduría suprema y la de abyecta estulticia no cambian" (XVII-3)

-"Quien a la edad de cuarenta sigue siendo odiado, lo será siempre" (XVII-26)

domingo, 1 de enero de 2012

"La casa de las bellas durmientes", de Yasunari Kawabata


En estas primeras horas de 2012 pongo de nuevo en marcha en blog tras esta semanilla de pausa navideña. Que el nuevo año traiga momentos de buenas lecturas para todos. Bueno, en verdad mi deseo es que nos traiga buenos momentos en general, pero como lo que nos une es la lectura...

Por iniciar el año con algo que contenga cierta sustancia, aprovecho para recordar esta curiosa novela del nobel Kawabata, de la cual no diré mucho, en parte porque la leí hace varios años y además sigo de vacaciones y aún con leves vestigios de resaca; pero en parte también porque poco hay que añadir al preciso análisis que Mario Vargas Llosa hizo de esta obra en su libro recopilatorio La verdad de las mentiras.

Mi impresión general de esta obra es una profunda curiosidad que me envolvió desde la primera página, y eso que la ausencia de acción (precisamente la falta de acción es protagónica) o de una trama intensa hace que a ratos se pueda volver aburrida (son muchos quienes así lo manifiestan en sus respectivos blogs). Pero merece la pena llegar hasta el final, y descubrir la complejidad que como personaje nos ofrece Eguchi, el viejecillo protagonista que acude con asiduidad a un peculiar prostíbulo que da título a la novela, porque en dicha mancebía las jóvenes (jovencísimas) meretrices son drogadas a fin de que los clientes puedan hacer con ellas lo que les plazca y sin la participación activa de las cortesanas, que son utilizadas como meros objetos inertes destinados a satisfacer la frustrada o inoperativa sexualidad de los vetustos varones que recurren a los servicios de tales casas, que al parecer fueron bastante comunes en el Kioto de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.

La novela no deja indiferente a nadie, y ese es el principal valor que le veo, procediendo de un Kawabata que habitualmente recurre al costumbrismo neutro y ejerce por lo general una labor literaria menos hiriente con los valores establecidos del Japón de su tiempo, a diferencia de otros de sus contemporáneos, como por ejemplo Yukio Mishima.

Un trabajo realista, costumbrista, que a la vez ahonda en el perfil psicológico del protagonista, aunque con unas pinceladas onírico-psicodélicas en la segunda mitad del texto que le proporcionan un matiz de originalidad, de fenómeno único e irrepetible: por eso su lectura se hace necesaria.