martes, 30 de agosto de 2011

"Botchan", de Natsume Sôseki


Hay novelas capaces de ejercer un poderoso influjo sobre quienes emprenden la aventura de leerlas; son novelas que transforman, novelas que le hacen a uno ver la realidad de otro modo, o desde otra perspectiva; novelas con aroma a trascendencia, de esas que dan motivos para seguir leyendo libros hasta el infinito. En cambio, existen otro tipo de novelas, no menos necesarias ni menos adictivas, que lejos de modificar el esquema vital del lector, establecen una vigorosa complicidad entre éste y los protagonistas de la historia, que son las más de las veces trasunto del autor.

Entre ese segundo tipo de novelas, y por lo que a mi experiencia vital respecta, se encuentra Botchan, la descarnada novela satírica que Natsume Sôseki publicó en 1906. En ella se cuentan las experiencias de un joven profesor, el tal Botchan (diminutivo demasiado cariñoso para un profe, que preludia lo que vamos a leer), que abandona las comodidades de Tokio para establecerse en una modesta ciudad de la isla de Shikoku (probablemente Matsuyama, donde el propio Natsume Sôseki fue profesor). Botchan no es precisamente bien recibido en su nuevo destino, y no ya solo por sus cafres alumnos (que, rizando el rizo, resultan ser el menor de los problemas de Botchan), sino por la mayoría de sus compañeros de docencia y por el director de la escuela, que miran con mucho recelo a este recién llegado de la capital. Pero pronto Botchan sabrá establecer una exigua pero eficaz red de amistades y tratará de salir a flote de tan hostil medio, contra viento y marea y caiga quien caiga...

Por recientes experiencias profesionales que tuve en el sector de la enseñanza secundaria, insisto en que pocas veces me he sentido tan identificado con el protagonista de una novela como de hecho me sucedió con nuestro Botchan. Es un libro que debería ser de cabecera para todo profe de ESO y Bachillerato o, sobre todo, para quienes aspiren a serlo (digo "sobre todo" porque todavía están a tiempo de replantearse su futuro profesional). Y es que la novela resulta muy pedagógica en cuanto a que demuestra que problemas que creemos del mundo actual, tales como la falta de disciplina en las aulas, la corrupción en los puestos directivos, la escasa motivación del profesorado, eran lacras que estaban presentes en un marco espacio-temporal tan lejano al nuestro como el Japón de hace un siglo.

Y además de aleccionadora, resulta altamente divertida, en la línea de Yo, el gato, la anterior novela de Natsume Sôseki, que también comenté en este blog hace poco más de un año. Bueno, probablemente Botchan no esté técnicamente tan lograda como aquella, pero no le va a la zaga en cuanto a sentido del humor y sentido de la sátira social: la era Meiji, que en la historia oficial de Japón suele figurar como un respetable periodo de prosperidad y modernización, en Natsume Sôseki siempre figura como una época lamentable y patética, donde los japoneses se debatían entre el modelo de sociedad moderna occidental y el tradicional oriental, pero escogiendo en buena parte de las ocasiones lo peor de cada uno de ellos.

La figura de Botchan resulta un personaje entrañable pese a su cinismo y su carácter aparentemente nihilista (pero solo aparentemente), aunque el lector acaba solidarizándose con él, al ver que el medio corrompe y deforma a quien inicialmente no parece resultar tan canalla ni tan mordaz. Obligado te veas... Lo que sí que no me convence es la comparación que de Botchan se ha hecho con el Holden Caulfield de El guardián entre el centeno, de Salinger. La comparación no está mal como estrategia comercial para vender muchos ejemplares de Botchan, pero habría que recordar que en todo caso sería Salinger quien habría copiado a Natsume Sôseki, ya que Botchan se publicó en 1906 y El guardián entre el centeno data de 1951... Aparte de eso, Caulfield sí que resulta un individuo nihilista, que navega sin rumbo, con cierta tendencia a la autodestrucción, pero no es el caso de Botchan, que a veces parece ser el único personaje de su entorno dotado de valores y de sentido del deber. Podríamos incluso decir que el Caulfield de Salinger se sitúa en las antípodas del Botchan de Natsume Sôseki.

Lo que sí está claro es que, seas o no seas profesor, Botchan es una excelente forma de pasar unas horas de diversión y disfrutar con el arte de la mejor pluma japonesa de comienzos del siglo XX. Para quienes no hayan leído aún nada de este autor, esta novela es una de las más adecuadas para iniciarse.

La publicó Impedimenta, con traducción de José Pazó Espinosa.

martes, 23 de agosto de 2011

"El rumor del oleaje", de Yukio Mishima


Me dirán que soy un pedante, o un exagerado, o que incurro en tópicos, o incluso que lo único que hago es parafrasear la reseña que figura en la contraportada del libro (lo que en este caso sería completamente cierto), pero no por ello pienso privarme de decirlo, puesto que así es como yo también lo percibo: El rumor del oleaje es una de las más bellas historias de amor jamás contadas. Y es que el gran Mishima sería un tipo duro y fanático al tratar temas de naturaleza política, pero cuando se ponía en plan tierno, nadie le aventajaba.

Pues sí, una linda historia de amor; ¿por qué no decirlo si es verdad? Podría también caer en otros tópicos de naturaleza más pedante como que en esta novela de Mishima queda muy bien ejemplificado el concepto japonés del giri (義理) u obligación social (o sea, para que nos entendamos, giri es saber quiénes son tus superiores y lo que les debes). Los "niponólogos-todo-a-cien" de marras no dudan en recoger tal apunte en sus blogs para demostrarnos lo puestos que están en sociología nipona ("sepa usted lo que es el giri y no necesitará saber nada más sobre Japón", parecen querer decir). Y no es que anden desacertados quienes así lo ven, pero lo que me gustaría preguntarles es lo siguiente: ¿Es algo tan extraño que esta obra refleje el concepto de giri? ¿Es que hay alguna novela japonesa donde no se refleje en mayor o menor medida? En una sociedad donde todo el mundo tiene bien clarito quién es quién y cuáles son sus obligaciones para con los que le rodean, es normal que el giri sea una realidad social omnipresente en la literatura y el cine. Y es más: se podría decir que Mishima en esta obra se opone decididamente a la observación del giri y apuesta más por la defensa del concepto de ninjô (人情), o sea, la vertiente emocional del ser humano. Así lo vemos en El rumor del oleaje, donde su protagonista, el joven Shinji, hijo de un pescador que murió en la Segunda Guerra Mundial, se enamora de una joven recolectora de perlas llamada Hatsue que vive en el mismo pueblito costero. Y el amor del mozo es correspondido por la chavalilla. Lo malo es que ella tiene muchos admiradores y pretendientes, algunos de ellos bien dotados de "pastizábal", lo que hace que Shinji lo tenga bien difícil para poder casarse con Hatsue (es lo que tiene el giri dichoso). Ahí surge un tal Yasuo, cual versión nipona de la figura del señorito español de posguerra, como principal candidato a quedarse con la moza. Pero Shinji y Yasuo serán sometidos a una prueba, sin que ellos sean conscientes de ello y que manda al giri a freír espárragos. Cuando la leáis, sabréis por qué.

Está publicada en español por Alianza Editorial.

sábado, 20 de agosto de 2011

"La bailarina", de Ôgai Mori


Aún no había leído nada de Ôgai Mori (1862-1922), el autor que, junto a Sôseki Natsume, impulsó la modernización (nada de occidentalización, como se lee por ahí) de la narrativa japonesa durante los últimos años del periodo Meiji (1868-1912).

Ha resultado muy grata la experiencia de leer La bailarina (1890), novela corta de poco más de 50 páginas que narra la experiencia de un estudiante japonés que se traslada a Alemania a trabajar para su empresa y también a estudiar en la universidad, algo que el propio Mori hizo, lo que confiere a este relato matices de autobiografía. A través del texto uno toma conciencia de las estrechas relaciones bilaterales que Japón había sabido forjar con algunas de las potencias europeas de la época, en este caso Alemania, al observar que en Berlín existía, según cuenta el narrador (el protagonista, que lo hace en primera persona) una colonia de estudiantes japoneses.

Sin embargo, la novela no navega tanto por los derroteros costumbristas y sociales, sino que, en consonancia con el carácter introvertido del joven estudiante nipón, se centra en el encuentro fortuito de este con una joven bailarina alemana de extracto social humilde, de quien poco a poco el chico va quedando prendado, con los problemas que eso le acarrea, dados los infinitos prejuicios que en la época existían hacia el mundo del "artisteo".

Novela que nos habla de amor, de relaciones sentimentales entre personas de distinta nacionalidad y del esfuerzo por superar las barreras culturales, que a veces resultan insalvables... ¡No me digáis que la novela no resulta moderna para haber sido escrita hace más de 120 años! A pesar de todo, el paso del tiempo se deja notar a medida que uno va leyendo y se dejan ver en el relato valores, razonamientos y pautas de conducta que pueden provocar en el lector del siglo XXI una sonrisilla, cuando no una sonora carcajada. Con todo y con eso, su lectura resulta fresca, muy ligera, sencilla, casi naif, yendo en todo el momento al grano pero sin sacrificar la lírica y recreación de un ambiente algo depresivo, trágico...

La publicó en castellano recientemente Impedimenta, con traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés.

"Mil grullas", de Yasunari Kawabata



Es lo que más me ha gustado de Kawabata de cuanto llevo leído (lo reconozco sin pudor de ningún tipo; el Nobel no es de los autores que más me convencen). Es la curiosísima historia de un hombre que amó a dos mujeres y al fallecer, su hijo Kikuji se relaciona con las dos, una de ellas (Chikako) como maestra de la ceremonia del té, y otra (la señora Ota) de la que llega a ser también amante. Chikako siente celos hacia Ota, porque fue abandonada por el padre de Kikuji en favor de la segunda, tal vez porque Chikako tiene una fea mancha entre los pechos. A la vez, Kikuji va a entablar una relación con la hija de la señora Ota, mientras Chikako pretende presentarle a otra joven con intenciones matrimoniales. Posteriormente, al no hacer Kikuji mucho caso de las propuestas de Chikako, el papel de la maestra del té será tremendamente destructivo, creando mentiras con las que tratará de perjudicar a Kikuji.Me ha llamado la atención en esta novela esos fuertes contrastes entre la delicadeza desplegada en la ceremonia del té, con esa especial sensibilidad que se muestra en la elección de los utensilios cerámicos, frente a lo poco cortés que se puede mostrar Chikako en sus actos y sus palabras.

En pocas páginas, Kawabata da muestra de su amplio conocimiento del ceremonial del té, con esas tazas de diferentes escuelas, colores y facturas que expresan distintos estados de ánimo y actitudes de los protagonistas, identificando casi a modo fetichista objetos y actos.

Se lee bien y engancha.

Está publicada por Emecé y traducida al español por María Martoccia.