martes, 29 de noviembre de 2011

"Azul casi transparente", de Ryu Murakami


Continúo dedicándole a Ryu Murakami toda la atención que se merece pero que sin embargo aún no había tenido en esta bitácora. Y es que no podía faltar en esta bibliotequilla asiática que poco a poco voy configurando la obra que lanzó a Ryu Murakami al estrellato literario tras su publicación en 1976.

Azul casi transparente, con la que Ryu Murakami llegó a obtener el Premio Akutagawa, uno de los más prestigiosos de la literatura en lengua japonesa, narra las experiencias de un grupo de jóvenes japoneses que viven a la sombra de una base militar estadounidense que les minimiza como personas, pero que paradójicamente constituye casi toda su razón de existir. Lidera el grupo Ryu, un joven bisexual y drogadicto que se relaciona con Jackson, un militar afroamericano de la base que es experto en organizar todo tipo de saraos con prostitutas/os, drogas de diseño o lo que se tercie.

La obra me pareció una ambiciosa y personalísima, a la par que amarga, vuelta de tuerca a En el camino, de Kerouac. Más drogas (de las duras), más sexo (durísimo) y más rock&roll (it's rock). Más mal rollo y más desolación, en una certera galería de personajes desencantados que navegan sin rumbo en un mundo hostil a quienes son diferentes y que por ello no parece tener reservada ninguna plaza para ellos. Es evidente que en esa especie de relación amor-odio que parece guardar con esos estadounidenses a quien él tan bien conoce, Murakami se propone hacerles frente con sus armas literarias, pero modelándolas (mejorándolas casi siempre) en beneficio de su universo literario y vital.

Como anécdota, cabe añadir que en 1979 el propio Murakami dirigió una versión cinematográfica de esta novela, pero mi consejo es que, salvo que estéis redactando una tesis doctoral sobre este autor o que seáis mitómanos impenitentes, no profundicéis demasiado en su más que prescindible faceta de cineasta y os quedéis con la literaria.

Azul casi transparente fue publicada en español por Anagrama.

lunes, 28 de noviembre de 2011

"Sopa de miso", de Ryu Murakami

Leí esta novela hace cosa de cuatro años, impulsado por la curiosidad de ver qué tal era Ryu Murakami, ese escritor que en algunos foros de internet llamaban "el Murakami malo" (¡ellos sí que son malos, jejeje...!).

La verdad es que a mí este Murakami, Ryu, me parece un autor tan imprescindible para entender lo que se cuece por Japón como el otro, el Haruki. Quizás no alcance lo sublime como el autor de Kafka en la orilla (quizás no pretenda alcanzarlo), pero la obra de Ryu Murakami siempre nos proporciona el encanto y el atractivo de aquellos textos que parecen haber sido escritos por alguien que tenía algo importante que contarnos y no se lo podía callar. Y un japonés que como él pasó su infancia y juventud a la sombra de una base militar estadounidense (la de Sasebo, prefectura de Nagasaki), obviamente tiene muchas realidades que revelarnos (y no siempre simpáticas) sobre la idiosincrasia yanqui, particularmente en su relación con Japón.

Esa forzada coexistencia es el caldo sobre el que se cuece esta Sopa de miso (1998), novela negra (o de terror, o thriller, o la etiqueta que se le quiera poner) ambientada en Kabukichô, el afamado barrio putero de Tokio. En ese escenario aparece un turista norteamericano que, como es de esperar, no llega a Japón para hacer meditación zen, y que contrata a un guía local para que le lleve a ver los sitios que no salen en la Lonely Planet... Todo bien hasta ahí; lo que sucede es que nuestro ferviente amante de lo oriental tiene otra pasión menos saludable (si es que la de irse de putas acaso lo es) y que no es otra que la de ir por ahí cargándose a la gente, y además de bastante mala manera... Y eso lógicamente provoca un giro en las relaciones entre el guía japonés y el cliente gaijin.

La novela va cobrando una gran tensión a medida que avanza la trama, pese a que desde el comienzo de la misma ya sabemos quién es el asesino. El final podía haber estado un poquito más currado, porque con una trama tan intensa uno esperaba algo más como desenlace. Desde luego, reconozco que esa metáfora final de la sopa de miso no me ha convencido demasiado; la veo muy forzada. Pero teniendo en cuenta que en su momento tampoco me pareció convincente la metáfora del guardián entre el centeno en la famosa novela de Sallinger (obra, por lo demás, fabulosa), pues tampoco significa demasiado: será que simplemente es mi problema al no dejarme convencer.

Sin embargo, me parecen geniales las reflexiones que hace Kenji, que así se llama el guía, sobre Japón, los japoneses y su relación (o falta de la misma) con el mundo "gaijin", crítico y sin pelos en la lengua.

Es una novela entretenida, emocionante, de esas que se leen en un día y que puede servirle al lector de descanso tras haber tratado de digerir lecturas más profundas. Pues eso, que no hay Murakami malo...

Solamente dedico un tirón de orejas a Seix Barral, la editorial que lo publicó en español, porque nos advierten al comienzo: "Traducción del inglés por Javier Martínez de Pisón". ¿Qué pasa, es que todo un pedazo de editorial como Seix Barral no ha podido encontrar un buen traductor que haga una traducción directa del japonés al castellano? Me molesta en grado sumo que las grandes editoriales españolas sigan empeñadas en ofrecernos a los lectores hispanohablantes la cultura de los pueblos y las naciones asiáticas pasando previamente por el tamiz de una traducción inglesa o francesa. Afortunadamente, este tipo de políticas editoriales son cada vez menos frecuentes.

jueves, 10 de noviembre de 2011

"Cantares de Ise (Ise Monogatari)"


Siempre resulta gratificante acercarse a los clásicos, sean del género que sean y pertenezcan a la cultura que pertenezcan. Muy curiosos me han resultado a mí estos Ise monogatari, una obra formada por textos en prosa y poesías, y cuya elaboración se ubica en el amanecer de la literatura en lengua japonesa, a mediados del siglo X, si bien los hechos y personajes citados pertenecen al siglo anterior.

Se trata de una obra de autoría anónima, circunstancia que uno va entendiendo a medida que navega por las páginas de estos cantares: importantes personajes de la época son citados, incluyendo a miembros de la familia imperial japonesa. Se desvelan toda suerte de amoríos hechos y deshechos, reales o ficticios (los especialistas en la obra no se ponen de acuerdo), pero que en todo caso a bien seguro que sacarían los colores a tan ilustres personajes, por lo que poner nombre y apellidos al texto podría resultar una temeridad, si no un motivo para perder el sueño...

Una obra de temática amorosa, como ya he dicho en el párrafo anterior, con un protagonista que, al contrario que su autor, sí posee una identidad: se trata de Ariwara no Narihira (825-880), conocido militar, poeta y, a lo que se ve, alguien incapaz de dejar indiferente a ninguna moza que se cruzara por su camino. De ser cierto lo que se nos narra en los Cantares de Ise, en asuntos de mujeres el tal Ariwara no Narihira era infinito: se las llevaba de calle, y pese a algún que otro comentario clasista registrado en el texto, a la hora de la verdad no parecía discriminar a las amantes en función de su cuna, de tal modo que él siempre se encontraba bien dispuesto tanto para emperatrices como para campesinas (ya digo que el anonimato del autor está más que justificado).

Resulta muy entretenida esta apuesta de amor cortés a la japonesa, a la que no voy a dedicar más espacio, puesto que los entresijos de la obra y el contexto histórico y literario de la misma queda muy bien explicado en la introducción crítica que Antonio Cabezas, su traductor al español, hace en la edición de Hiperión. Son de ese tipo de obras de las que lo mejor que se puede decir de ellas es que se lean.

martes, 8 de noviembre de 2011

"Hombres salmonela en el planeta Porno", de Yasutaka Tsutsui


Yasutaka Tsutsui (Osaka, 1934) es un hombre que está, sin exagerar, muchos pasos por delante del resto. Lo tiene que estar para idear unas historias tan fuera de lo común y tener el valor de escribirlas; pero lo tiene que estar para conseguir que una editorial se desmelene y le publique tales "idas de olla"; pero sobre todo, lo tiene que estar para captar la atención de miles de lectores y ser una de las figuras más relevantes del panorama literario japonés actual.

Será por eso que lo que más me ha gustado de esta colección de relatos es la entrevista a Tsutsui que se incluye al final del libro, realizada por Jesús Carlos Álvarez Crespo, traductor al español de estos textos, publicados por Atalanta. Y lo digo, por supuesto, sin restarle mérito a la calidad intrínseca de los cuentos, pues todos ellos constituyen un canto a la extravagancia y a la vasta imaginación, pero aderezada con una mordaz y sarcástica visión de la realidad social en que a Tsutsui le ha tocado vivir. Pero en esa entrevista están las claves para entenderlo todo; por qué escribe sobre lo que escribe y por qué lo hace como lo hace. Aunque la entrevista sirve de epílogo al volumen de relatos, no puedo dejar de recomendar que se lea en primer lugar, por lo que tiene de esclarecedora.

En esa entrevista descubrimos a un Yasutaka Tsutsui que se aficionó desde joven a la lectura de obras de ciencia-ficción, pero también al visionado de películas de los hermanos Marx, a la vez que de su padre recibió instrucciones de zoología y botánica. Asimismo, la obra de Freud y Jung no le es desconocida a Tsutsui: hagamos un refrito de todos esos ingredientes y no nos extrañará en absoluto que de ello surja una dinamita literaria del poderío de Hombres salmonela en el planeta Porno, el relato que da nombre a toda la colección. Curiosamente, de los seis que integran el volumen, es el que menos me ha convencido, lo que no significa que me haya dejado indiferente (no creo que a nadie le deje frío). Simplemente pasa que ha sido demasiado desvarío para mi gusto, demasiada planta y demasiado animalillo "salidorros", y demasiado expedicionario terrícola con ganas de marcha...

Para cuentos "de alta temperatura", me quedo con El bonsái Dabadaba, donde se narran las experiencias que un asalariado goza (y sufre) con un bonsái que proporciona sueños eróticos a quienes lo instalan en su dormitorio. El cuento me ha gustado porque viola (en el buen sentido de la palabra) descaradamente ese encorsetado principio de taller literario elemental según el cual un escritor se carga su historia si al final todo ha sido un sueño. Aquí se demuestra que los autores que están por encima del bien y del mal trascienden de todo tabú.

Me encantó también Rumores sobre mí, en el que otro asalariado no para de percibir por todas las fuentes de información que le rodean (prensa, tele, megafonía en las estaciones de tren, etc.) noticias sobre su vida personal. Me ha parecido una crítica feroz al poder de los medios de comunicación y cómo estos pueden "fabricar" una noticia o hacer que algo deje de serlo.

También tiene su miga El mundo se inclina, una historia de ciencia-ficción ambientada en una ciudad futurista construida sobre el agua con bolas de pachinko como material de cimentación... Un día descubren que la ciudad se está inclinando, aunque la alcaldesa se empeña en defender que no. Crítica mordaz a los fenómenos especuladores y a la manipulación política e indiferencia ante las catástrofes (sorprende el paralelismo subyacente en las actitudes reflejadas en el cuento y las que la clase política japonesa ha mostrado en la realidad tras el accidente nuclear de Fukushima). El cuento también mete el dedo en la llaga del feminismo radical... Como dice Ana María Matute, la buena literatura está reñida con lo políticamente correcto.

El último fumador, relato de elocuente título, narra la experiencia del último terrícola que, acorralado y al margen de lo legal, sigue encontrando placer en el hecho de meterse humo nicotinado en los pulmones. Podríamos clasificarlo como de ciencia-ficción, pero al ritmo con que van evolucionando las distintas políticas antitabaco del "mundo-mundial", el cuento, más que futurista, casi me parece una crónica periodística.

En definitiva, lo de Tsutsui es de otro planeta. Creo que, aun a riesgo de tener que pedir cita al psiquiatra después, merece la pena iniciarse en la aventura de leer a este autor.