Hoy vengo a reconciliarme con los que se enfadan
(cariñosamente) conmigo porque en alguna ocasión he dicho que Kenzaburo Oé,
aunque me encanta (al menos lo que llevo leído de él), resulta en ocasiones un
autor algo difícil de leer. Y no digo esto como defecto del escritor ni como
advertencia disuasoria a sus posibles lectores: todo lo contrario, me parece
que eso convierte a Oé en un autor más interesante y sugerente si cabe.
Aunque es posible que esa dificultad en realidad sea
más propia del Oé más reciente en el tiempo que de sus primeras obras. En su
momento no me resultó difícil la lectura de La presa, como ahora también me ha parecido sencilla y placentera la de Arrancad las semillas, fusilad a los niños.
Placentera en lo literario, que quede claro, pero sobrecogedora en lo temático:
unos chicos de reformatorio, unos delincuentillos juveniles de poca monta,
vagan por el Japón rural en plena Segunda Guerra Mundial, huyendo de sus
propios compatriotas, que les tratan del modo más cruel (alguien incluso
sugiere su exterminio). En uno de esos pueblos los acogen para trabajar en régimen
de esclavitud, hasta que se desata una epidemia y todo el mundo huye, dejando a
estos niños abandonados y encerrados, pero los chicos logran salir y
organizarse una mini-sociedad que les permita sobrevivir a esa sinrazón, a esa
especie de guerra civil con forma de guerra mundial en la que el japonés es
lobo para el japonés y en la que el mayor peligro no cae del cielo bajo la
forma de un bombardeo yanqui, sino que está a pie de tierra y blandiendo un
arma blanca o simplemente golpeando con sus puños…
Una fábula sobre los niños que han de madurar
prematuramente, a hostia limpia y por imperativo legal, porque lo exige una
guerra que establecen los llamados adultos. Tales niños ingresan en ese mundo a
tientas, por el método de ensayo-error, estableciendo pautas, liderazgos,
simbologías, mitos… En ese sentido, uno no puede dejar de recordar las
vivencias de los niños de El señor de lasmoscas (William Golding, 1954) en su isla desierta.
Y sí, he de decirlo: muy fácil de leer.
La tenéis en Anagrama, con traducción de Miguel
Wandenbergh.
Tengo este libro desde hace tiempo y nunca lo he leído. De hecho, creo que tengo todas las obras de Kenzaburo editadas en español y algunas en inglés también. Me he leído "Una cuestión personal" y "Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura" y me han parecido muy buenas. Creo que me he dedicado más a leer haikus y retraducciones de Akutagawa Ryunosuke y, he pecado, a Haruki Murakami. Este año espero acabar con todas esas obras de Kenzaburo pendiente, particularmente las que ha sacado Seix Barral. Gracias por reactivar tu blog. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por tu mensaje. Leer a Haruki Murakami, en efecto, es un pecado, pero venial. Ego te absolvo, jejeje...
EliminarEstoy deseando leerla, y ahora más :)
ResponderEliminarSólo he leído una novela de Kenzaburo Oé, Una cuestión personal, pero me encantó, me sorprendió su calidad literaria, su estilo a la vez lírico y brutal.
Tengo también bastantes ganas de leer sus Cuadernos de Hiroshima...
Por cierto, últimamente me he leído otro libro de Yoko Ogawa, que me interesó bastante, titulado La piscina; y otro de Tanizaki, Diario de un viejo loco, muy recomendable! Me lo estoy leyendo todo en francés porque ahora vivo en Francia, y no sé si hay traducciones en español, pero si las hay ojalá puedas hacerte con ellas y leerlos! :)
Un saludo :)
Sí, a Yoko Ogawa también se la está traduciendo al español. La tengo en la lista de autores pendientes de ser leídos: tiene que estar muy bien, por lo que me contáis. ¡Un saludo y gracias por comentar!
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