Pongo de nuevo en marcha este blog (por cierto,
¡feliz año nuevo!). Confieso que han sido pocas lecturas asiáticas las que he
realizado a lo largo de este último otoño, más interesado por el ahora tan
aclamado género de la novela negra, particularmente aclamado si tales novelas
negras proceden de Suecia o países vecinos; sí, esos países que las mentes
normales tienen por ejemplos a seguir a todos los niveles, pero que en las
mentes de sus novelistas figuran como siniestros feudos de violadores,
pederastas, ultraderechistas y otras joyas humanas que hacen la vida imposible
al resto de sus pacíficos compatriotas, si estos no mueren antes de una
sobredosis de tabaco, alcohol barato o comida basura (porque en estas novelas
negras los hábitos alimenticios de los vikingos quedan peor parados que su
marcada tendencia a la criminalidad sexual). Lo cierto es que sigo sin ver lo
que de maravilloso tiene la novela negra de aquellas geografías nórdicas: por
más que leo y leo, en general (y sálvese quien pueda) me parecen un desolador
ejemplo de sobrevaloración, escritas en un tono de candidez y maniqueísmo que a
veces resulta insufrible, y ejecutadas en unos mimbres literarios que muchas
veces no darían para el más misericorde de los beneplácitos en el más permisivo
de los talleres literarios. En cualquier caso, lo que es evidente es que a la
gente le da a veces por tal o cual producto literario y, si tú no lo lees, da
la sensación de que procedes de una extraña galaxia o que ni padres ni escuela hicieron
un buen trabajo contigo.
Y alicaído ante lo poco que me estaban aportando
todos aquellos crímenes que vinieron del frío (con mis mayores respetos y mi
cariño hacia los fans de Stieg Larsson, Asa Larsson, Camilla Läckberg, Jo Nesbo
y demás), me dispuse a dedicar algo de atención a algún crimen que viniera de
geografías más orientales. Me decanté por este Juego de rol de la aclamada “Reina japonesa del misterio” Miyuki
Miyabe, pero al final de su lectura me planteé que tal vez lo mejor sería seguir
leyendo a los escandinavos durante una temporada más…
Sí, Juego de
rol era la primera novela de Miyabe que leía, la primera de su afamada
Tetralogía de Tokio, una de esas sagas supuestamente imprescindibles de la
historia de la novela negra, y lo que me he encontrado con una panda de agentes
nipones relamidos, listillos y algo pagados de sí mismos que no se mojan
demasiado ni se juegan el tipo en sus actividades investigadoras (dicen que en Fuego cruzado sí se implican algo más,
así que le concederé a Miyabe el beneficio de la duda y me leeré tal novela).
Un rollo algo artificial y aburrido; uno pensaba que Agatha Christie estaba
enterrada y bien enterrada, pero resulta que no…
Supongo que en el fondo Japón no es país para novela
negra, y mucho menos el distrito tokiota de Suginami, donde sucede la trama de Juego de rol, ya que el citado lugar no
es más que un decrépito barrio de abuelillos (más un servidos que reside en él
desde la primavera pasada) donde el mayor delito que se puede cometer es
robarle el paraguas al vecino o no clasificar adecuadamente la basura…
Pero en esta novela suceden nada más y nada menos
que un par de asesinatos, y con ellos se descubre el lado oculto de un
asalariado japonés (una de las víctimas) que, harto de la esposa e hija
gilipollas que tenía en su vida real, decide montarse una familia virtual en
Internet, pero la cosa acaba mal. En fin, no sé si es que Internet ya es para
mí algo tan habitual como lavarme los dientes antes de acostarme, pero la
verdad es que me impactan muy poco esas novelas y películas que se empeñan en
vendernos el lado oscuro de la red. Vale que la novela es de hace una década y
entonces Internet no era algo tan extendido como hoy y aún podía llegar a sorprender
y deslumbrar, pero a diez años vista todo lo que se refleja resulta muy
forzado, muy exagerado, muy poco creíble y, en definitiva, con muy poca
capacidad para dejarnos boquiabiertos y patidifusos en el horror del crimen,
que es la principal estrategia con la que suele jugar la novela negra.
Casi toda la acción transcurre en la sala de
interrogatorios de una comisaría, lo que la hace ser una novela más aburrida si
cabe. A lo mejor como obra de teatro tenía futuro esta historia, pero en novela
negra lo suyo es la acción, el movimiento, la diversidad escénica, el peligro…
Aquí no hay nada de eso.
Mucha de la literatura japonesa que he leído en este último año ha sido gracias a tus reseñas y recomendaciones. Agradezco tu vuelta al blog.
ResponderEliminarUn saludo
PD: Casualmente te conocí hace mucho mucho tiempo a través de Ojodigital y la afición fotográfica común.
¡Hola, Emilio! Muchas gracias por tu comentario. Me alegro mucho de que mi blog te haya servido para descubrir libros interesantes. Y bueno, los de despOJO DIGITAL... ¡Qué gente! ¡Qué capacidad tan grande tienen para lograr que la gente que más esfuerzo ha invertido en aquel foro acabe largándose! Pasa que los de despOJO DIGITAL creen que la gente es de usar y tirar... En fin...
Eliminar¡Un abrazo!
me parece que podrias darle una leida a Natsuo Kirino. POr ahi que cambia tu forma de pensar sobre la novela "negra" japonesa
ResponderEliminarHola, Ricko. Pues a Natsuo Kirino precisamente la he leído. Eso sí, he leído "Out" y "Grotesco" solamente (tienes en este blog mis reseñas sobre esas dos novelas). Es muy probable que tú hayas leído más obras de Kirino, así que te ruego que nos recomiendes algo que merezca la pena. Y de esas dos, "Out" me gustó más que "Grotesco", aunque sin llegar a entusiasmarme... Es cuestión de gustos, supongo.
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