domingo, 2 de mayo de 2010

"El color prohibido", de Yukio Mishima


Me acerqué a esta obra con un cierto temor y recelo, pues la crítica que sobre la misma se despliega en internet, tanto en blogs como en artículos periodísticos, no desprende precisamente un halo muy favorable a su lectura: que si es una obra inmadura, que si es pedante, que si es "podable" (afortunadamente esta versión española de Alianza ofrece el texto íntegro), que si los lectores incondicionales de Mishima no lo acabarán de leer... Y sin embargo, quizás porque las expectativas eran tan bajas, me ha resultado una lectura agradable y entretenida, de esas en las que un capítulo te lleva irremediablemente al siguiente y en el que nada sobra (no entiendo a los que opinan que hay que tirar de tijera), y eso que son más de 500 páginas de "tocho" (¡ya se podían haber currado los de Alianza un formato algo más manejable y ligero, aparte de una portada algo más discretita como para poder leerlo en el metro sin ser observado por el resto de los viajeros...!).

La novela es una salida del armario en toda regla; no sé si será la novela de Mishima en que más y mejor se aborde el tema de la homosexualidad en el Japón de posguerra, pero sí al menos la que más de cuantas he leído de este autor; más incluso que Confesiones de una máscara. Me resulta muy atractiva la perversión y el deseo de hacer daño de Shunsuke, el escritor sesentón y misógino que convence a Yuichi, un joven homosexual, para que se case con otra joven llamada Yasuko y que de paso seduzca a otras mujeres, a sabiendas de que Yuichi no las va a hacer felices (Shunsuke quiere vengarse de las mujeres, que a él no le satisficieron en esta vida). Y le convence a golpe de talonario (hay gente que tiene tanto dinero que lo gasta incluso en fastidiar a los demás y hacer de perro del hortelano).

Los locales "de ambiente" de aquel Tokio recién salido de la guerra quedan perfectamente descritos, así como los sofisticados y algo decadentes usos que mostraban las clases más poderosas de un Japón que andaba a caballo entre las necesidades imperiosas de muchos y la obscena abundancia en la que navegaban otros.Una vez más, el primer Mishima nos sorprende con su sensibilidad y su sentido de la ética y la estética, vinculando con frecuencia lo bello a lo bueno. Las reflexiones que sobre esos temas lanza el autor son profundas, muy maduras para ser del primer Mishima.

Pues eso, que no era tan mala novela. No sólo es leíble, sino que es recomendable.
La tenemos en formato "ladrillo" (¡¡¡edición de bolsillo ya!!!) publicada por Alianza, con tradución del japonés a cargo de Jordi Fibla y Keiko Takahashi.


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