viernes, 14 de octubre de 2011

"Estupor y temblores", de Amélie Nothomb


Hoy me permitiré la licencia de hacer una excepción y hablar de literatura no oriental, aunque se trata de una novela ambientada en Japón y por una autora que, aunque belga de nacionalidad y francófona de idioma, nació en Kobe (Japón), domina el japonés y se supone (aunque las páginas de este libro siembran la duda) que conoce en profundidad la sociedad del país del Sol Naciente.

Incluso he sentido la tentación de decir que voy a hacer dos excepciones si atendemos a lo manifestado en la segunda parte del subtítulo de esta bitácora (lo de "sin arrepentirme después"). Pero me paro a pensar y llego a la conclusión (y supongo que esto nos pasa a la gran mayoría) de que al final ninguna lectura es objeto de arrepentimiento, incluso si lo que se lee decepciona profundamente.

Pues sí, decepción es el regusto que me deja la lectura de "Estupor y temblores". Me temo que me ha pasado lo que a muchos de sus lectores, que nos habían hablado maravillas de esta novela (y de su autora, de quien hasta ahora solo he leído esto), y luego no hemos visto tales virtudes literarias. Lo que me he encontrado es con una novela muy sencilla (en el mal sentido de la palabra), una historia contada como la podría contar cualquiera, con la diferencia de que si la cuenta Nothomb se publica y recibe premios, pero si la cuenta otra persona no pasa ni del misericorde visto bueno en el más elemental de los talleres de escritura.

La acción sucede en el curso de un año, concretamente en 1990. Nos cuenta la historia de una chiquilla belga (la propia autora, pues se ha de creer que todo esto lo experimentó la Nothomb en sus carnes) que es contratada por una empresa japonesa por sus conocimientos de idiomas y experiencia, pero luego, una vez en Tokio, es relegada a las más sencillas tareas, a cada cual más ingrata y humillante. Desde luego, los jefes se lo ponen muy difícil a la joven empleada, pero no menos cierto es que ella da en ocasiones palpables muestras de ineficacia (ciertos problemas insalvables con el manejo de la contabilidad), cuando no de tendencia al cretinismo: da lástima por la propia Nothomb pensar que esta historia pueda tener algo de autobiográfico, por lo que prefiero suponer que tal insinuación no es más que un farol literario de la autora sin consonancia con la realidad.

Vivo y trabajo en Japón, y la descripción que hace del mundo laboral me ha parecido muy exagerada, tomando como referencia lo que percibo por acá en el día a día. Insisto en que la autora pretende vendernos la historia como autobiográfica, pero yo lamento tener que ponerlo en duda: que una persona con dominio del japonés y que llega a Japón esponsorizada por una empresa, sea relegada a la condición de limpiadora de váteres, no es realista (ni tampoco cautiva literariamente como recurso "hardcore" o de "surrealidad", al menos tal como lo cuenta) y no conozco a ningún "gaijin" (extranjero) que haya vivido esa experiencia. A lo mejor es que la situación laboral de los extranjeros (europeos y pijos como Nothomb, claro, que con los asiáticos es otro cantar) ha cambiado mucho en los últimos 20 años, pero sinceramente no creo que la coyuntura en 1990 fuera muy distinta a la de hoy. Muy extravagante (y de nuevo poco creíble) en sus arrebatos de locura y sus delirios de mujer-pájaro sobrevolando Tokio con la mente.

Y muy sosa la relación de amor-odio de corte lésbico-platónico que se trae con Fubuki, su superiora. Si esa situación hubiera caído en manos de otro autor menos ñoño y ajeno a las vocaciones minimalistas (aunque quizás eso sea lo mejor del libro: su levedad; la agonía no se prolonga en demasía), de ahí habría salido un sólido motivo para adorar esta novela.

Estupefacto y trémulo me he quedado... Lo siento, pero no.

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