martes, 8 de noviembre de 2011

"Hombres salmonela en el planeta Porno", de Yasutaka Tsutsui


Yasutaka Tsutsui (Osaka, 1934) es un hombre que está, sin exagerar, muchos pasos por delante del resto. Lo tiene que estar para idear unas historias tan fuera de lo común y tener el valor de escribirlas; pero lo tiene que estar para conseguir que una editorial se desmelene y le publique tales "idas de olla"; pero sobre todo, lo tiene que estar para captar la atención de miles de lectores y ser una de las figuras más relevantes del panorama literario japonés actual.

Será por eso que lo que más me ha gustado de esta colección de relatos es la entrevista a Tsutsui que se incluye al final del libro, realizada por Jesús Carlos Álvarez Crespo, traductor al español de estos textos, publicados por Atalanta. Y lo digo, por supuesto, sin restarle mérito a la calidad intrínseca de los cuentos, pues todos ellos constituyen un canto a la extravagancia y a la vasta imaginación, pero aderezada con una mordaz y sarcástica visión de la realidad social en que a Tsutsui le ha tocado vivir. Pero en esa entrevista están las claves para entenderlo todo; por qué escribe sobre lo que escribe y por qué lo hace como lo hace. Aunque la entrevista sirve de epílogo al volumen de relatos, no puedo dejar de recomendar que se lea en primer lugar, por lo que tiene de esclarecedora.

En esa entrevista descubrimos a un Yasutaka Tsutsui que se aficionó desde joven a la lectura de obras de ciencia-ficción, pero también al visionado de películas de los hermanos Marx, a la vez que de su padre recibió instrucciones de zoología y botánica. Asimismo, la obra de Freud y Jung no le es desconocida a Tsutsui: hagamos un refrito de todos esos ingredientes y no nos extrañará en absoluto que de ello surja una dinamita literaria del poderío de Hombres salmonela en el planeta Porno, el relato que da nombre a toda la colección. Curiosamente, de los seis que integran el volumen, es el que menos me ha convencido, lo que no significa que me haya dejado indiferente (no creo que a nadie le deje frío). Simplemente pasa que ha sido demasiado desvarío para mi gusto, demasiada planta y demasiado animalillo "salidorros", y demasiado expedicionario terrícola con ganas de marcha...

Para cuentos "de alta temperatura", me quedo con El bonsái Dabadaba, donde se narran las experiencias que un asalariado goza (y sufre) con un bonsái que proporciona sueños eróticos a quienes lo instalan en su dormitorio. El cuento me ha gustado porque viola (en el buen sentido de la palabra) descaradamente ese encorsetado principio de taller literario elemental según el cual un escritor se carga su historia si al final todo ha sido un sueño. Aquí se demuestra que los autores que están por encima del bien y del mal trascienden de todo tabú.

Me encantó también Rumores sobre mí, en el que otro asalariado no para de percibir por todas las fuentes de información que le rodean (prensa, tele, megafonía en las estaciones de tren, etc.) noticias sobre su vida personal. Me ha parecido una crítica feroz al poder de los medios de comunicación y cómo estos pueden "fabricar" una noticia o hacer que algo deje de serlo.

También tiene su miga El mundo se inclina, una historia de ciencia-ficción ambientada en una ciudad futurista construida sobre el agua con bolas de pachinko como material de cimentación... Un día descubren que la ciudad se está inclinando, aunque la alcaldesa se empeña en defender que no. Crítica mordaz a los fenómenos especuladores y a la manipulación política e indiferencia ante las catástrofes (sorprende el paralelismo subyacente en las actitudes reflejadas en el cuento y las que la clase política japonesa ha mostrado en la realidad tras el accidente nuclear de Fukushima). El cuento también mete el dedo en la llaga del feminismo radical... Como dice Ana María Matute, la buena literatura está reñida con lo políticamente correcto.

El último fumador, relato de elocuente título, narra la experiencia del último terrícola que, acorralado y al margen de lo legal, sigue encontrando placer en el hecho de meterse humo nicotinado en los pulmones. Podríamos clasificarlo como de ciencia-ficción, pero al ritmo con que van evolucionando las distintas políticas antitabaco del "mundo-mundial", el cuento, más que futurista, casi me parece una crónica periodística.

En definitiva, lo de Tsutsui es de otro planeta. Creo que, aun a riesgo de tener que pedir cita al psiquiatra después, merece la pena iniciarse en la aventura de leer a este autor.

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