lunes, 25 de junio de 2012

"Jotaro el masoquista", de Junichirô Tanizaki


Suele tener bastante de grato la tarea de leer esas obras literarias de menor envergadura que todo gran autor posee en su bibliografía y que muchas veces no dudamos en calificar de “obras menores”. Lo cierto es que muchas de ellas me han permitido apreciar las virtudes y defectos de mis escritores favoritos con mucho mayor detalle que las llamadas “obras maestras”, quizás porque buena parte de esos “trabajillos”, que normalmente son ignorados por la gran masa lectora y yacen ahítos de polvo en las estanterías de librerías y bibliotecas, nacen en la espontaneidad y la sinceridad creativas más absolutas. Son esas obras que muchas veces se regalan los autores a sí mismos. No las escriben a su pesar: las escriben le pese a quien le pese.

Y yo acabo de descubrir una de esas obras menores que poseen, me parece, todos los rasgos arriba descritos. Jotaro el masoquista (1914) es una novela corta que pasa desapercibida dentro de la extensa bibliografía de Junichirô Tanizaki: por no figurar, no aparece citada ni en la entrada que Wikipedia dedica a este autor (hablo de las versiones en inglés y español, porque en la versión japonesa sí figura, como era de esperar). Y la acabo de descubrir gracias a la magnífica biblioteca que la Japan Foundation tiene en Tokio: allí se conserva un ejemplar de la edición española que de esta novela y otra titulada Tristeza de hereje (1917) publicó Bid & Co. Editor en 2009, con traducción directa del japonés a cargo de Ryukichi Terao, revisada por Ednodio Quintero, quien además aporta una introducción biográfica de Tanizaki bastante curiosa.

De nuevo nos encontramos a un Tanizaki preocupado por retratar personajes con inclinaciones sexuales singulares, y los enormes problemas que ello les podía suponer en el Japón de hace un siglo, un país que se iba modernizando a pasos agigantados pero probablemente no lo suficiente. El protagonista de la historia, Jotaro, es un masoquista declarado que encuentra serias dificultades para dar con una pareja a la medida de sus necesidades. Parece ser que en Tokio de 1914 no era tarea sencilla dar con una mujer que aceptara “zumbar de lo lindo” a su pareja, ni siquiera recurriendo a la emergencia de la prostitución. Vamos, que ni pagando… Y eso le hace sufrir enormemente a Jotaro, que envidia a los masoquistas de ciudades europeas como Berlín, Viena o Londres, quienes al parecer en aquella época lo tenían mucho más sencillo que los masoquistas tokiotas. ¡Cómo ha cambiado todo en un siglo!

La búsqueda de una “sádica” que sepa ponerle “en órbita” lleva a Jotaro a experimentar toda suerte de sinsabores y de problemas y van conduciéndole a una degeneración personal en la que se mezclan tintes de comedia y de drama… Algo muy de Tanizaki. En ese sentido me ha recordado bastante a la novela Naomi que escribió años después, aunque insisto en que sólo se le parece en ese sentido, ya que lo que a uno más le llama la atención de Jotaro el masoquista es que esta novelita pertenece a una etapa de la vida de Tanizaki en la que, según parece, el escritor vivía enamorado de la cultura occidental, a la que veía claramente superior a la japonesa; o sea, nada que ver con el estado de animo en el que el autor emprendió la redacción de Naomi, obra donde se critica y se satiriza la excesiva occidentalización de los usos y costumbres del Japón urbano de los años 20. En Jotaro el masoquista, por el contrario, Tanizaki aprovecha para denostar al teatro clásico japonés, que en ese momento concebía como aburrido y falto de interés, muy al contrario de lo que opinaba del teatro europeo que empezaba a verse en los escenarios tokiotas.

Quizás esto sea una muestra más del carácter inconformista y tendente a lo alternativo de Tanizaki: cuando la cultura occidental todavía era una especie de rareza en Japón, él la adoraba; pero cuando se popularizó, Tanizaki empezó a sentirse disgustado por ella y volver a oriental la mirada hacia los valores estéticos tradicionales japoneses. En definitiva, una muestra más del genio de un personaje que podía ver bastante más lejos que la gran mayoría de sus contemporáneos.

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