Esta
novela corta, junto a Jotaro el
masoquista, se publicó en un solo volumen por Bid & Co. Editor, con
traducción de Ryukichi Terao en ambos relatos. Y como sucede con aquélla, ésta
es una de esas obrillas que en su modestia literaria nos pueden ofrecer
abundantes datos sobre el autor y su forma de ver y hacer las cosas, tanto o
más que en algunas de las llamadas “obras maestras”. Escrita por Tanizaki en
1917, Tristeza de hereje nos sumerge
en la existencia de Shozaburo, un joven tokiota de rollo nihilista y bastante
egocéntrico, hasta el punto de que la muerte prematura de un amigo suyo llega a
causarle cierta alegría por el mero hecho de que con ello se libra del pago de
una pequeña deuda que había contraído con el difunto…
Una vez
más se observa la historia de una degeneración a todos los niveles, con un
Shozaburo que parece cada vez menos interesado por todos aquellos que le rodean
(claro, que viendo el infame cuadro familiar que nos retrata Tanizaki, uno
puede llegar a entender al protagonista). Y ello le lleva a encaminar sus pasos
“al alcohol y la lujuria”, en palabras de Tanizaki, e incluso a la literatura,
que Shozaburo elaboraba “con las fabulosas pesadillas que fermentaban en su
mente”. En el texto se puede leer alguna que otra crítica, soterrada o no, hacia
la novela naturalista, corriente literaria que Shozaburo odia tanto como el
propio Tanizaki la odiaba en vida. ¿Texto autobiográfico? Seguro que sí;
Tanizaki debía ser eso que comúnmente llamamos “un elemento de cuidado”. Y yo
la verdad es que me alegro mucho por él de que así fuera, como me alegro
egoístamente por el notorio efecto benefactor de ese rasgo de su personalidad sobre
su quehacer literario.
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