No me
viene a la memoria ninguna obra literaria que aborde el fenómeno del divorcio con
tanta precisión y riqueza de matices como Hay
quien prefiere las ortigas. Esta obra parece marcar el inicio de una
nueva etapa en la bibliografía de Tanizaki; el momento en que el autor
consolida su reconciliación con la cultura japonesa tras unos años de coqueteo
con los valores estéticos occidentales. Escrita en 1929, en la misma época de
su Manji, en las páginas de Hay quien prefiere las ortigas demuestra
el enorme aprecio (y el vasto conocimiento) que Tanizaki sentía hacia
manifestaciones culturales tan tradicionales y tan genuinamente niponas como el
bunraku (teatro de marionetas), arte dramático que en esta novela se ve homenajeado
al ubicar varias escenas en algunos de esos teatros de títeres, tanto en la
ciudad de Osaka como en la isla de Awaji, próxima a Kobe.
Pero no
es el bunraku el principal motor argumental de la novela, sino el drama
personal que sufre el matrimonio formado por Kaname (él) y Misako (ella). Desde
hace tiempo, Misako tiene un amante, lo que Kaname conoce y tolera, aunque el
divorcio se atisba como la solución más conveniente. Pero lo de divorciarse no
parecía tarea fácil en aquel Japón de entreguerras que coqueteaba con lo
moderno y lo occidental, a la par que para muchas cosas permanecía anclado en
su inamovible tradición nipona. No había impedimentos legales para solicitar el
divorcio, pero sí muchas trabas de índole social: el hijo que ambos cónyuges
tenían, el qué dirán y, la más importante, el padre de Misako, un hombre de
gustos refinados, amante de la cultura tradicional japonesa y detractor de toda
innovación foránea y, como es de suponer en semejante perfil, un hombre
ultraconservador que no va a aceptar el divorcio de su hija así como así, ni
mucho menos el hecho de que ella tenga un querido, pese a que este señor, que
ya ha enviudado, no tiene reparo alguno en mantener a una concubina llamada O-hisa
con la que va a todas partes, incluso a ver funciones de bunraku.
Ante
tal situación, y aprovechando un viaje a la isla de Awaji para asistir a uno de
esos espectáculos, Kaname le comunicará a su suegro qué es lo que está pasando
entre Misako y él.
Bueno,
los que quieran encontrarse con la vertiente sadomasoquista o fetichista de
Tanizaki tal vez se lleven una decepción al leer Hay quien prefiere las ortigas, pero a mí me ha gustado porque esta
obra parece un avance en fórmula de ficción del pensamiento que el autor
manifestó sobre la cultura y la estética tradicionales japonesas en el ensayo El elogio de la sombra. Se ve un giro
obvio en los gustos de Tanizaki, aquel hombre que en los años diez del pasado
siglo adoraba lo occidental pero que en la década de los veinte y siguientes parecía
encontrarse más a gusto percibiendo belleza en el arte y el espectáculo de su
tierra natal. Y en esta novela se percibe ese giro, esa victoria del sentido
nipón de lo bello sobre el europeo. Son deliciosos los parlamentos que ofrece
el padre de Misako a su yerno en relación a las manifestaciones más primitivas
del teatro de guiñol de Awaji, cuya oscuridad y primitivismo supera a la
grandeza escénica del sofisticado bunraku de Osaka, y lo supera precisamente
por eso: porque en esa tosquedad y esa imperfección él cree ver la esencia de
la estética tradicional japonesa.
Insisto
en que ese paréntesis estético no es más que un tema accesorio, una excusa para
mostrar a un padre desencantado con la vida moderna, sobre todo porque ésta
parece estar afectando a sus hijos que se encaminan hacia el divorcio. Sin embargo,
hay que reconocer que un divorcio poco va a atraer la atención del lector de
hoy. En cambio, le va a motivar muchísimo más viajar por unos instantes a las
profundidades del alma artística nipona. Aunque solo sea por eso, hay que leer
esta novela.
Eso sí, hay que leerla siempre y cuando se encuentre, porque me temo que está descatalogadísima. Y ni siquiera parece encontrarse en formato digital para que nos la podamos descargar de internet por la jeta. Yo he podido leerla gracias a que en la biblioteca de la Japan Foundation de Tokio conservan un ejemplar de una edición de 1963 publicada por Seix Barral con una traducción algo limitada de María Luisa Borrás, supongo que porque la tradujo de una edición inglesa en vez de hacerlo directamente del japonés: era lo habitual en aquella época, aunque por desgracia tales prácticas, si bien con menos asiduidad, aún se siguen llevando a cabo en el presente por ciertas editoriales, como si no hubiera buenos traductores de japonés a español. En fin, tal vez algún día se den cuenta de que sí.
Eso sí, hay que leerla siempre y cuando se encuentre, porque me temo que está descatalogadísima. Y ni siquiera parece encontrarse en formato digital para que nos la podamos descargar de internet por la jeta. Yo he podido leerla gracias a que en la biblioteca de la Japan Foundation de Tokio conservan un ejemplar de una edición de 1963 publicada por Seix Barral con una traducción algo limitada de María Luisa Borrás, supongo que porque la tradujo de una edición inglesa en vez de hacerlo directamente del japonés: era lo habitual en aquella época, aunque por desgracia tales prácticas, si bien con menos asiduidad, aún se siguen llevando a cabo en el presente por ciertas editoriales, como si no hubiera buenos traductores de japonés a español. En fin, tal vez algún día se den cuenta de que sí.
Fue la segunda novela de Tanizaki que leí, y también me gustó mucho, aunque si te soy sincera, me desconcertó el final. No estoy segura de saber qué ocurre.
ResponderEliminarCuriosamente esta lectura coincidió con que en ese mismo momento estaba también con Anna Karenina, y noté puntos de convergencia muy interesantes, respecto al tema del divorcio, etc...
Una novela muy limpia, como una insinuación, la presentación de una escena que se prolonga.
ResponderEliminarpd. El color de fondo de esta página hace muy exigente la lectura de las entradas, invita a abandonar el lugar en contra del lector.
Muchas gracias por el mensaje. Sí, Tanizaki es el maestro de la insinuación, del expresionismo, del detalle... Sobre el color del blog, lo tendré en cuenta. Quería ser original con el color, que no fuera un blog en blanco. Y como las entradas tampoco son tan largas, no creo que ello pueda perjudicar tanto a la vista. En cualquier caso, tomo nota de tu comentario y lo estudiaré. ¡Muchas gracias de nuevo!
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