Será en
parte porque los calores del verano han empezado a atizar fuerte sobre las
calles de Tokio, pero lo cierto es que terminar de leer las más de 500 páginas
que componen Las hermanas Makioka (1943-1948)
me ha costado sudores. Es quizás una de las novelas más populares de Tanizaki
y, sin embargo, la menos característica de su estilo, al menos de cuantas llevo
leídas. Ya de entrada la extensión del texto resulta enorme y desmesurada en un
autor que suele resolver sus historias en menos de 150 páginas. Eso ya pone en
guardia al lector y le anuncia que probablemente vaya a encontrarse con algo
diferente. Y así es: el autor que siempre se manifestó contra el Naturalismo
literario nos brinda en esta ocasión una obra de rasgos naturalistas, inspirada
en la mejor novela europea de finales del siglo XIX tal que la que escribía
Tolstoi o Zola, pero con la diferencia de que a Tanizaki eso no le pega
demasiado y eso se le nota, pues no alcanza la sutileza técnica ni la viveza de
los dos autores arriba citados en la descripción del cuadro social que pretende
reflejar: el drama de una familia aristocrática japonesa de Osaka, los Makioka,
que en los años 30 del pasado siglo han ido considerablemente a menos, pero que
se esfuerzan enormemente por guardar las apariencias y siguen gozando del mismo
esplendor de antaño. Y esa decadencia se ve que afecta fundamentalmente a
Yukiko y Taeko, las dos hermanas menores de las cuatro que representan a la
familia, ya que ambas siguen solteras, situación que es más insostenible si cabe
para la treintañera Yukiko, en una época en que si una mujer no se casaba, era
socialmente un cero a la izquierda. Por su parte, Taeko, la modern girl de la familia, llega a tener
varios pretendientes e incluso logra proporcionarles a los Makioka lo que les
faltaba en su humillante situación: la joven se queda embarazada en soltería…
Seré
franco: la obra, literariamente, me ha parecido un rollo. Yo creo que Tanizaki
quiso hacer una obra naturalista para demostrar que él también sabía escribir
ese tipo de novelas a las que él tanto criticaba. Aun así, la obra merece
nuestra atención como catálogo de costumbres de la decadente nobleza nipona
durante los años en que se gestaba e iniciaba la Segunda Guerra Mundial,
fundamentalmente la costumbre del miai,
tradición que la familia Makioka eleva a la categoría de arte a juzgar por el
nutrido catálogo de estrategias que emplean para tratar de encontrar marido a
la pobre Yukiko. A pesar de todo, y a la vista de los numerosos fracasos
cosechados en las intentonas matrimoniales, no parece que esa sabiduría no les
sirviera de mucho en un mundo que, aunque no lo pareciera, estaba cambiando y
las relaciones humanas empezaban a medirse por otros patrones, incluso en Japón.
La novela registra un final agridulce que resume de una forma bastante certera
la escala de valores de la familia, muy chocante para cualquier cabeza pensante
de inicios del siglo XXI.
De
nuevo, Tanizaki exterioriza su debate interno entre tradición y modernidad y lo
pone al servicio del lector. Ya digo que la obra es árida y algo pestiño por
momentos, pero como ciertas medicinas, tiene probados efectos beneficiosos para
la salud a pesar del sabor: la letra con sangre entra…
Como es habitual en lo que suelo comentar en este blog, el libro está descatalogado. Esta es la edición de Seix Barral de los años 60, que he podido leer gracias a la biblioteca de la Japan Foundation de Tokio. Creo que en breve van a reeditarla en español: serán buenas noticias.
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