martes, 4 de septiembre de 2012

"Libertad bajo palabra", de Akira Yoshimura



Aquí tenemos una novela que parece haber pasado bastante desapercibida entre la crítica y el público españoles, a juzgar por la poca presencia que tiene en la web en cuanto a reseñas. Parece que ni siquiera le ha proporcionado popularidad el hecho de que Shohei Imamura se basara en ella para rodar su Unagi (1997). Una lástima; supongo que a los que cortan el bacalao no les interesa que leamos cosas que meten el dedo en la llaga y cuestionan sin demasiados tapujos lo que ellos consideran incuestionable.

Y en este caso lo que se cuestiona es la supuesta perfección del sistema penitenciario y las leyes que lo rigen; leyes que en principio están orientadas a evitar que se deteriore nuestro estilo de vida, o al menos así es como lo ve Koinuma, un agente de libertad condicional que supervisa al protagonista de la novela, Shiro Kikutani, un señor que había sido maestro de escuela hasta que un día sorprende a su mujer poniéndole los cuernos, en plena faena y en su propio domicilio. Y el señor Kikutani responde al desplante asesinando a su mujer y mutilando al amante (igual me traiciona la memoria, pero en la película de Imamura recuerdo que la mutilación era mucho más contundente que la que se describe en la novela). Por ello, Kikutani es condenado a cadena perpetua, pero por buena conducta se le concede la libertad condicional dieciséis años después de su ingreso en prisión, y a medida que vamos avanzando en la lectura de la novela descubrimos que realmente se trata de una libertad condicional bastante condicional… Demasiado condicional para alguien que ha vivido dieciséis años entre rejas y sin más oportunidades de socializarse que las que le brindaban los leves contactos con sus compañeros de presidio o los funcionarios. Por si eso fuera poco, Kikutani se debe enfrentar a los radicales cambios que ha experimentado su entorno vital a lo largo de ese largo periodo de tiempo, cambios de los que él no tenía más que vagas noticias. Kikutani ingresa en prisión en un Japón que evolucionaba sin pausas pero sin prisas, y regresa a la libertad en otro Japón que vive ahíto de desarrollo, tecnología y bienestar... Y entonces esa readquirida libertad, que en ocasiones ofrecerá maravillosos momentos Kikutani, en otras situaciones se mostrará como una peligrosa arma de doble filo y de difícil manejo que le llevarán irremediablemente a la tragedia…

Además de esa capacidad que Yoshimura demuestra para cuestionar lo que a ojos del poder (y los sumisos al mismo) parece incuestionable, de la novela destaco la sencillez narrativa y estructural, pues es una sencillez que aporta bastante a la comprensión de lo que se plantea, y consecuentemente facilita la credibilidad de lo que se lee. En novelas de esta naturaleza la complejidad no suele aportar nada bueno: mejor que sea fácil.

Y también destaco la habilidad de Yoshimura para sumergirse en la piel de quien vive y sufre la complicada situación existencial de Kikutani, un criminal con entrecomillado que tiene más de víctima que de verdugo, una perspectiva que, supongo, tampoco gustará demasiado a los amigos de lo políticamente correcto, pues concebirán la figura de Kikutani como la de un irredimible practicante de la violencia de género. Ya digo que la novela no deja de meter dedos en las más diversas llagas, y eso a muchísima gente no le gusta. Para mí, en cambio, encontrarme con novelas así es la razón que me queda para seguir leyendo. Espero que a ti también.

En español la publicó la editorial Emecé en 2002, con traducción de César Aira.

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