Aquí
tenemos una novela que parece haber pasado bastante desapercibida entre la
crítica y el público españoles, a juzgar por la poca presencia que tiene en la
web en cuanto a reseñas. Parece que ni siquiera le ha proporcionado popularidad
el hecho de que Shohei Imamura se basara en ella para rodar su Unagi (1997). Una lástima; supongo que a
los que cortan el bacalao no les interesa que leamos cosas que meten el dedo en
la llaga y cuestionan sin demasiados tapujos lo que ellos consideran incuestionable.
Y en
este caso lo que se cuestiona es la supuesta perfección del sistema
penitenciario y las leyes que lo rigen; leyes que en principio están orientadas
a evitar que se deteriore nuestro estilo de vida, o al menos así es como lo ve
Koinuma, un agente de libertad condicional que supervisa al protagonista de la
novela, Shiro Kikutani, un señor que había sido maestro de escuela hasta que un
día sorprende a su mujer poniéndole los cuernos, en plena faena y en su propio
domicilio. Y el señor Kikutani responde al desplante asesinando a su mujer y
mutilando al amante (igual me traiciona la memoria, pero en la película de
Imamura recuerdo que la mutilación era mucho más contundente que la que se
describe en la novela). Por ello, Kikutani es condenado a cadena perpetua, pero
por buena conducta se le concede la libertad condicional dieciséis años después
de su ingreso en prisión, y a medida que vamos avanzando en la lectura de la
novela descubrimos que realmente se trata de una libertad condicional bastante
condicional… Demasiado condicional para alguien que ha vivido dieciséis años
entre rejas y sin más oportunidades de socializarse que las que le brindaban
los leves contactos con sus compañeros de presidio o los funcionarios. Por si eso fuera poco, Kikutani se debe enfrentar a los radicales cambios que ha experimentado su entorno vital a lo largo de ese largo periodo de tiempo, cambios de los que él no tenía más que vagas noticias. Kikutani ingresa en prisión en un Japón que evolucionaba sin pausas pero sin prisas, y regresa a la libertad en otro Japón que vive ahíto de desarrollo, tecnología y bienestar... Y
entonces esa readquirida libertad, que en ocasiones ofrecerá maravillosos
momentos Kikutani, en otras situaciones se mostrará como una peligrosa arma de
doble filo y de difícil manejo que le llevarán irremediablemente a la tragedia…
Además
de esa capacidad que Yoshimura demuestra para cuestionar lo que a ojos del
poder (y los sumisos al mismo) parece incuestionable, de la novela destaco la sencillez narrativa y estructural, pues es una sencillez que aporta bastante a la comprensión de lo que se plantea, y consecuentemente facilita la credibilidad de lo que se lee. En novelas de esta naturaleza la complejidad no suele aportar nada bueno: mejor que sea fácil.
Y también destaco la habilidad de Yoshimura para sumergirse en la piel de quien vive y sufre la complicada situación existencial de Kikutani, un criminal con entrecomillado que tiene más de víctima que de verdugo, una perspectiva que, supongo, tampoco gustará demasiado a los amigos de lo políticamente correcto, pues concebirán la figura de Kikutani como la de un irredimible practicante de la violencia de género. Ya digo que la novela no deja de meter dedos en las más diversas llagas, y eso a muchísima gente no le gusta. Para mí, en cambio, encontrarme con novelas así es la razón que me queda para seguir leyendo. Espero que a ti también.
Y también destaco la habilidad de Yoshimura para sumergirse en la piel de quien vive y sufre la complicada situación existencial de Kikutani, un criminal con entrecomillado que tiene más de víctima que de verdugo, una perspectiva que, supongo, tampoco gustará demasiado a los amigos de lo políticamente correcto, pues concebirán la figura de Kikutani como la de un irredimible practicante de la violencia de género. Ya digo que la novela no deja de meter dedos en las más diversas llagas, y eso a muchísima gente no le gusta. Para mí, en cambio, encontrarme con novelas así es la razón que me queda para seguir leyendo. Espero que a ti también.
En
español la publicó la editorial Emecé en 2002, con traducción de César Aira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario