martes, 14 de mayo de 2013

"Vita sexualis", de Ôgai Mori



Vita sexualis: un título prometedor, incluso si no se sabe latín. Y me imagino que el Japón de 1909, momento en que esta novela de Ôgai Mori vio la luz, pocos eran los japoneses que dominaban la lengua de Cicerón, o tenían al menos las nociones suficientes como para deducir el significado del título. Pero con ese título es como se publicó originalmente esta novela hace poco más de un siglo. Sabiendo, además, que las autoridades retiraron de la circulación el texto por considerarlo moralmente inadecuado, uno llega a pensar que la obra no pasó de ningún modo desapercibida. Por ese mismo motivo esperaba encontrarme con unas páginas de esas que a veces vienen convencionalmente a llamar “escandalosas”, a pesar de que ya hay pocas cosas, si no ninguna, que nos escandalicen en materia de sexo a estas alturas de la película. Sin embargo, empiezo a leer el prólogo de Kayoko Takagi en la edición española de Trotta, y en él se advierte de que no hay tales motivos para el rubor, y que quizás se pasaron unos cuantos pueblos censurando este trabajo en su época (solía pasar, y no solo en Japón). Es más, se nos indica que el lector de Vita sexualis se dispone a iniciar una lectura reflexiva, en la que básicamente se trata de demostrar la importancia que el sexo llega a tener a lo largo de nuestras vidas; una de esas obviedades que hasta fechas no demasiado remotas se ha estado viendo como una verdad incómoda. Y se ve que Ôgai Mori metió el dedo en una de las llagas que laceraba el cuerpo de la paradójica era Meiji, a ratos occidental, a ratos oriental; en ocasiones desinhibida, pero en otras puritana; por momentos moderna, por momentos tradicional y conservadora; libre y tolerante para unas cosas, censora y restrictiva para otras.

Lo que uno se encuentra al leer Vita sexualis es un texto contado en primera persona y que puede que tenga mucho de autobiográfico. El filósofo ficticio Shizuka Kanai se presta a contarnos todo lo que de sexual ha tenido su vida, desde la tierna edad de seis años hasta los veintiuno. Concebida por el propio Ôgai Mori como una crítica, no exenta de parodia, hacia el Naturalismo literario, la obra ante todo lo que ofrece es mucho sentido del humor. (humor a la japonesa, humor de hace más de un siglo, pero humor al fin y al cabo). Por ese mismo detalle, me ha recordado mucho a Soy un gato, la memorable novela de Sôseki Natsume; no en vano, y por si quedaban dudas, en el capítulo introductorio de Vita sexualis se cuenta que “(Shizuka) Kanai leyó (Soy un gato) con enorme interés, hasta el punto de sentirse estimulado por ella”. Luego, en el siguiente párrafo, y por si también cabían dudas del antinaturalismo de Ôgai Mori, se dedica a poner a parir a Germinal de Zola porque insinúa que las escenas sexuales que aparecen en la citada novela no vienen a cuento… O sea, que como en Yo, el gato, Mori aprovecha las páginas de Vita sexualis para exorcizar sus fantasmas literarios, para quedarse bien a gusto, en otras palabras, combatiendo al enemigo con sus propias armas: las armas del shishôsetsu o novela del “yo”. Bueno, me gusta el resultado; ese “yo” sarcástico que se desnuda a todos los niveles y nos permite entender algo más de los códigos sexuales de un lugar y un tiempo. Una discreta joya literaria que no hay que dejar de leer.

La edición, como ya he dicho, es de Trotta, con traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo.


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