“Llévatelo y quédatelo si quieres. No le ha gustado a nadie”. Tal fue la respuesta que me dio alguien a quien vi con un ejemplar de este libro sobre la mesa de su escritorio. Y creo que su autor, Takashi Sasaki (Hokkaido, 1939) se sentiría muy orgulloso de escuchar el comentario, pues estoy convencido de que Fukushima. Vivir el desastre es un texto que nace con el firme propósito de no gustar, de molestar a según qué personas y a según qué colectivos, de despertar a otros de su letargo, así que el señor Sasaki puede sentirse satisfecho, ya que sin duda ha superado con creces tales objetivos. Por otra parte, gracias a sus escritos blogueros que ahora salen a la calle en forma de libro, Sasaki se ha hecho merecedor de la admiración, el reconocimiento y el cariño de un nutridísimo grupo de lectores que, dentro y fuera de Japón, han podido encontrar luz y verdad en el sórdido y encriptado asunto del desastre nuclear de Fukushima que se produjo tras los pavorosos terremoto y tsunami que asolaron la costa oriental de Tohoku el 11 de marzo de 2011.
De los apuntes biográficos que de Takashi Sasaki traza Florentino
Rodao en el prólogo del libro deducimos que el autor es un hombre valiente,
luchador, inteligente, vitalista pero, sobre todo, un gran inconformista,
alguien que no se va a quedar de brazos cruzados ante el menor atisbo de una
injusticia o de un irregular funcionamiento de las cosas. Probó a ser clérigo
(jesuita) pero lo acabó dejando y se casó. Se puso a trabajar como profesor de
español en varias universidades japonesas, pero el desilusionante ambiente
universitario acabó hastiándolo, por lo que se retiró a la pequeña localidad de
Minamisôma, en la prefectura de Fukushima, donde su familia residía desde 1950.
Y allí, en una de las localidades más afectadas por el incidente de la central
nuclear de Fukushima Daiichi, a menos de 30 kilómetros del epicentro de la
tragedia, es donde Takashi Sasaki permaneció firme, renunciando a la evacuación
y escribiendo día a día en el blog que ya mantenía desde antes del terremoto,
bajo el título de モノディアロゴス (sí, Monodiálogos, inspirándose en el género
homónimo que creara Miguel de Unamuno, de quien Sasaki es admirador y profundo
conocedor), y en el que procuraba mantener informado a sus lectores sobre su
vida diaria en Minamisôma, a la vez que daba rienda suelta a sus pensamientos y
canalizaba sus indignaciones.
Se leen verdades como puños sobre el desastre de Fukushima a lo largo
de las poco más de 300 páginas que forman el libro, que abarcan el fragmento de
blog que comienza el 10 de marzo de 2011 y finaliza el 6 julio de 2011 (a
excepción de una anotación del 11 de marzo de 2012, un epílogo a cargo del
escritor Suh Kyungsik y un apéndice biográfico y fotográfico que complementan
el texto del diario). Lo cierto es que el blog sigue todavía activo y Sasaki ha
ido publicado entradas metódicamente a diario hasta el presente. Supongo que el
corte se debe al hecho de que, más tarde o más temprano, al libro en papel tenía
que ponérsele irremediablemente un punto final, y la entrada en el blog de 6 de
julio concluye de una forma brillante, como deben ser los finales de los buenos
libros: “[...] si los dioses de los japoneses de hoy en día son dioses de
tercera categoría, tan diminutos, circunstanciales e indignos de confianza como
el Gobierno o una gran empresa, las comodidades o la estabilidad de la vida
diaria, entonces no es que el asunto sea preocupante, es que debemos temer que
hayamos degenerado hasta aproximarnos al escatológico fin del mundo. Quién sabe
si esta situación no será, en realidad, más grave que el desastre producido por
el accidente nuclear.”
Y es que Sasaki arremete una y otra vez contra el gobierno japonés (el
que había durante el desastre, pero también contra todos los anteriores y
posteriores, que han contribuido al desarrollo de la carrera energética nuclear
en Japón sin reparar en consecuencias), contra los intereses y afanes
lucrativos de empresas como Tepco (la empresa que abastece a Tokio de energía
eléctrica y gestiona Fukushima y otras centrales nucleares), contra los medios
de comunicación sumisos al poder, contra el ciudadano japonés adocenado y
borreguil que vuelve la espalda a todo lo que le afecta… Pese a toda su
crudeza, la obra es fácil de digerir gracias a los gratos ingredientes de
índole cultural y humanístico con que Sasaki adereza sus acometidas: tiernas
menciones a su vida cotidiana en Minamisoma y la batalla que su mujer libra diariamente
contra la demencia senil; referencias eruditas que muestran una amplia cultura.
Sorprende que, en su admiración por España, Sasaki proponga como solución para
Japón que siga los pasos de la España que trató de reinventarse tras el
desastre que supuso la pérdida en 1898 de las últimas colonias de ultramar.
Bueno, yo espero de todo corazón que Japón jamás trate de imitar nuestro
devenir histórico. Lo de la reinvención de España a inicios del siglo XX suena
muy bonito, pero que no se nos olvide que todo aquello desembocó en tres años
de guerra civil y cuarenta de dictadura…
Deliciosa y aleccionadora lectura, no cabe duda. Finalizo esta entrada
con una mención especial al traductor del texto, Francisco Javier de Esteban
Baquedano, ex compañero de una academia tokiota de idiomas y en la actualidad
feliz residente en Okinawa. Le animo a seguir por estos buenos cauces
profesionales en el ámbito de la traducción. Y, como siempre, una felicitación
a la editorial Satori por su valiente e inteligente apuesta por la publicación en
español de textos japoneses imprescindibles. Seguid sorprendiéndonos, por
favor.
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