A veces le llegan a uno rarezas literarias de las que no solo no tenía noticia, sino que ni tan siquiera ese uno hubiera pensado que podrían existir. Y por supuesto, ese uno tampoco hubiera imaginado que finalmente las habría acabado leyendo.
Es lo que me sucedió cuando el otro día me encontré por casualidad en las estanterías de la Biblioteca Federico García Lorca del Instituto Cervantes de Tokio con este curioso ejemplo de literatura filipina en español, publicado recientemente por el Instituto Cervantes de Manila en su colección Clásicos Hispanofilipinos.
Acostumbrados como estamos la mayoría a leer o visionar exclusivamente testimonios japoneses y estadounidenses de la Guerra del Pacífico, resulta mentualmente refrescante darnos de bruces con una versión filipina y en lengua española de los hechos, con el texto de alguien que vivió el horror de los combates entre Japón y EE.UU. en Manila y otros lugares del archipiélago filipino en calidad de víctima nativa de aquel sinsentido.
Y además, en las páginas de Los pájaros de fuego. Novela filipina de la guerra asistimos a la historia de una decepción; la decepción de su propio autor, Jesús Balmori (1887-1948), alguien de quien hasta hace un par de semanas desconocía incluso su existencia (laguna del sistema educativo español, que en los libros de literatura española olvida que en Filipinas y Guinea Ecuatorial hay gente que habla nuestro idioma y a veces le da también por escribirlo, pero quizás la idea resulte demasiado compleja para las simplistas mentalidades ministeriales). Bueno, pues es la historia de una decepción en cuanto que este Balmori era un "niponófilo" de mucho cuidado, de esos que dejaría corto a todos esos españoles que uno se encuentra por las calles de Tokio (o incluso en la misma España) alabando todo lo japonés, hasta el punto de saber encontrar puntualmente el reverso de todo lo negativo que la cultura nipona pueda tener (que algo malo tendrá, me imagino yo). Bueno, a Balmori le bastó vivir la experiencia de una invasión japonesa de Filipinas (y los abusos hacia civiles que ello supuso) para darse cuenta de que no es haiku todo lo que reluce. Y hablamos de un hombre cuya obra literaria recibe una enorme influencia orientalizante, pero particularmente japonesa; de un hombre que veía en Japón el espejo sobre el que debían mirarse el resto de los pueblos asiáticos; el ejemplo a seguir en todos los aspectos... Y en tal situación se halla el protagonista de la novela, trasunto de Balmori: se trata de un hombre de mediana edad que había pasado toda la vida haciendo una defensa acérrima de todo lo japonés, hasta que tras la invasión se encuentra en disposición de no sentirse tan amigo de los nipones, a quienes hasta ese momento había visto incapaces de cualquier tipo de atrocidad.
La novela en general me ha parecido muy curiosa en todos los aspectos. Esperaba encontrarme con un uso arcaico y degenerado del español, pero todo lo contrario, me he encontrado con un castellano bastante depurado y correcto, certero, diverso en sus registros y preciso en el léxico, con un estilo que no se quedaba al margen de las corrientes literarias de vanguardia de aquellos años.
Es posible que Balmori haya exagerado mucho en la descripción de aquel triste episodio de la historia de Filipinas; y lo más seguro es que cayera en el maniqueísmo más descarado, con unos estadounidenses que al final se erigen como salvadores de la libertad e independencia del archipiélago (para mear y no echar gota), pero claro, viendo de lo que eran capaces los japoneses, resulta normal que la mayor parte de los filipinos al final prefiriesen lo malo conocido... Cada acción, cada imagen recogida en la novela guarda una enorme carga simbólica que en definitiva supone un canto patriótico y un grito de protesta hacia lo que debió suceder en la Manila de 1945: un sutil programa de genocidio hacia los filipinos hispanohablantes, iniciado por los japoneses y rematado por los estadounidenses, que con sus bombardeos indiscriminados sobre la capital filipina hicieron tanto daño al enemigo japonés como a la población local (supuestamente amiga). Hay quienes aseguran que con ello se garantizaron la práctica eliminación de la lengua española en Filipinas, una lengua que tenía mucho más peso en la sociedad filipina antes de la Segunda Guerra Mundial y que por ello hacía demasiada sombra al inglés. Tras leer Pájaros de fuego y su estudio introductorio, no me parece descabellada la teoría.
En definitiva, creo que esta es una de esas obras que hay que leer, aunque solo sea por la contundencia del testimonio y por tener otro asidero argumental de donde agarrarnos que no sea el asidero nipón o el asidero yanqui. Aunque sólo sea por eso (y encima no es sólo por eso), Los pájaros de fuego ha de tener su oportunidad.
A mí me llegó el libro a través de un amigo filipino. Para mí es un pequeño tesoro, no tanto por la novela en sí (que no destaca por su genialidad), sino por lo que la misma supone: un testimonio en español de un capítulo atroz de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, las viscisitudes por las que ha pasado la esta novela desde su concepción hasta su publicación son algo digno de una película. Balmori escribió la novela durante la ocupación japonesa y fue escondiendo sus páginas en botellas de cristal que enterró en su jardín para que el ocupante no las encontrada. Una vez acabada la contienda, malvendió la novela al gobierno fililpino antes de morir en la más absoluta miseria con la promesa por parte de la administración de que publicaría el libro. Luego las transcripciones se perdieron en algún archivo, lo que llevó a muchos a creer que realmente el libro se había perdido, hasta que recientemente y tras más de cincuenta años fue encontrado y publicado por el Instituto Cervantes.
ResponderEliminarSí, el libro vivió su pequeña y particular odisea hasta que fue publicado, y se puede decir que ha llegado a nosotros de verdadero milagro. Y bueno, cierto es que no se trata de una obra maestra, pero mis perspectivas de lectura eran bastante bajas, así que al final el resultado literario que logró Balmori me pareció dignísimo. ¡Muchas gracias por comentar!
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