Cada
vez estoy más fascinado con la labor editorial de la gijonesa Satori Ediciones,
que se ha empeñado en dar a conocer al lector hispanohablante esos tesorillos
de la literatura japonesa que hasta ahora habían permanecido ocultos en la
caverna del desconocimiento generalizado (al menos más allá de Japón), bien porque
sus autores no tienen el suficiente caché como para que sus obras resulten
vendibles en España (por aquellas tierras, si eres japonés y quieres que te
lean incondicionalmente, tienes que llamarte Haruki Murakami), bien porque
tocaban temas de escaso interés (o de elevadísimo interés, pero solo para
determinadas minorías o hermandades otaku-frikis).
Pero
los de Satori no incurren ni en la mediocridad ni en el convencionalismo tan
arraigado en el sector editorial español; al contrario, se ponen el mundo por
montera (o por hachimaki), agarran al
toro (o al oni) por los cuernos y nos
acercan figuras literarias como la de Ango Sakaguchi (1909-1955), todo un
descubrimiento (al menos para mí lo ha sido).
En un
solo volumen, bajo el título de En el
bosque, bajo los cerezos en flor, los de Satori nos proporcionan tres
relatos representativos del arte literario de Sakaguchi, que se revela ante el
lector como todo un maestro del género del terror y la fantasía más delirante. Tras
los tres cuentos se puede leer un epílogo biográfico a cargo de Jesús Palacios,
aunque yo recomiendo que, si no se sabe mucho sobre Sakaguchi, se lea antes de
los relatos a modo de prólogo, pues sus páginas resultarán de lo más
esclarecedoras. Por ejemplo, descubrirás que Sakaguchi era un personaje de lo
más singular, pero que a su vez, y como vulgarmente se dice, los tenía bastante
bien puestos, pues en plena Segunda Guerra Mundial (1942) se ponía a cuestionar
en un artículo asuntos como el nacionalismo, el patriotismo o los valores
tradicionales japoneses que a veces se colocaban por encima de otros valores
que podían resultar más beneficiosos para el bienestar del conjunto de la
población, algo que, es obvio decirlo, no podía beneficiar en nada al bienestar
de Sakaguchi en aquellos oscuros tiempos. No contento con eso, y ya en tiempos
de posguerra (1946), escribe otro superpolémico artículo sobre la decadencia de
la cultura japonesa, que me imagino que era justo lo que muchos japoneses no tenían
ganas de leer en ese preciso momento, incluso aunque estuviesen de acuerdo.
La
verdad es que me gustaría leer en el futuro este par de ensayos, pues seguramente
dicen tanto o más de su autor que los relatos de terror, magníficos pese a todo.
Pero es que ese pensamiento nihilista y poco amigo de la realidad y el tiempo que
a su titular le tocó vivir se va a ver reflejado en los artículos de no ficción,
y será sin duda el motivo que lleve a Sakaguchi a encontrar refugio en la
fantasía y en la recreación de mundos terroríficos ambientados en un Japón que
respira irrealidad y fundamento histórico a partes iguales y que ya no es el Japón
sombrío de los inicios de la era Showa. No menos cierto (lo cuenta también
Palacios en el epílogo) es que Sakaguchi se amparaba también en otros refugios
paralelos como el philopon, una droga
de diseño que causó verdaderos estragos en el Japón de posguerra y que forma
parte de esas muchas cosas que nunca verás escritas en los libros de historia
nipones, aunque si la verás mencionada en trabajos mucho más transparentes e
intelectualmente honestos sobre la época, como en la monumental saga cinematográfica
Battles Without Honor and Humanity,
de Kinji Fukasaku. Quién sabe lo que tales coqueteos con lo tóxico pudieron
proporcionar a Sakaguchi en cuanto a originalidad y tremendismo.
De las
tres historias que integran el volumen, la que más me ha convencido es la
primera, que da título al libro, y nos describe a la mujer fatal perfecta, algo
que también se le daba muy bien al escritor japonés Tanizaki, y la verdad es
que pueden llegar a dejar bastante mal paradas a la Naná de Zola, la Sónnica de
Blasco Ibáñez o la Lolita de Nabokov. Y tampoco tiene precio la figura del
bandido rural calzonazos que se apodera de esta mujer en uno de sus asaltos,
pero que finalmente acaba haciendo todo lo que a ella le viene en gana. Quizás
como la vida misma; tal vez lo más fantástico de la literatura fantástica radica
en que puede llegar a ser menos fantástica de lo que parece.
Estimado Gabriel: ha sido todo un placer leer tu reseña. Muchas gracias por las amables palabras que nos has dedicado y un saludo de parte de todo el equipo de Satori Ediciones
ResponderEliminarEl placer ha sido mío/nuestro. De verdad que hay que agradecer la labor que Satori está desarrollando en aras de la difusión de la auténtica y genuina cultura japonesa en España. Ahora estoy terminando "Diario de una vagabunda", de Hayashi Fumiko, así que en unos días pondré la correspondiente reseña. Un abrazo.
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