Vamos con la prometida reseña de Las algas americanas, la novela corta de Akiyuki Nosaka que los de Acantilado publicaron en español junto a la aquí ya comentada La tumba de las luciérnagas, obra del mismo autor.
Desde la modesta perspectiva de un simple aficionado a la lectura, diré que una de las cualidades que más admiro de un escritor es su capacidad de abordar determinados temas o experiencias vitales (de nuevo hay que tener en cuenta lo mucho que de autobiográfico tienen los textos de Nosaka) desde múltiples perspectivas y tonos, muchas veces valiéndose de la creación de personajes de variopinta condición para lograrlo.
Recordemos que en La tumba de las luciérnagas Nosaka consigue dibujar, mediante el sombrío relato de la lucha por la supervivencia de dos hermanos de corta edad, un crudo panorama de muerte y desolación en un Japón que en 1945 agonizaba bajo el peso de las bombas estadounidenses. Las algas americanas, en cambio, queda ambientada en los años sesenta, en ese Japón que ha abandonado la posguerra y todo su universo de carestía material y hundimiento moral; un Japón que empezaba a solazarse en su recién conquistado bienestar, a la vez que se empecinaba en mirar con ojos de distanciamiento y espíritu de amnesia a aquellos años de sufrimiento y escasez que, después de todo, no quedaban tan lejos. Y de forma paralela a esas vertiginosas trasformaciones vividas por Japón en la segunda mitad del pasado siglo, evolucionaban las relaciones que este país asiático mantenía con Estados Unidos, que de enemigo a la fuerza pasaba a desempeñar un papel de amigo forzoso que llegaba a resultar bastante chocante y artificial a quienes de un modo u otro habían sido protagonistas de la contienda bélica que había enfrentado a ambas naciones veintitantos años atrás.
Y en esa dicotomía vive Toshio, propietario de una modesta agencia de publicidad cuya mujer, Kyôko, le anuncia un buen día que pronto van a recibir la visita de un matrimonio de jubilados estadounidenses que ella había conocido en un viaje a Hawai. En Toshio la visita despierta en él sentimientos encontrados y, en el riguroso celo que los japoneses muestran en el desempeño de su papel como anfitriones, interfieren inevitablemente los recuerdos que el protagonista guarda de los años de guerra y aquellos bombardeos "made in USA" que reventaron de manera inmisericorde su primera adolescencia, obligándole, como a todos los japoneses de su generación, a hacerse adulto antes de tiempo. Y luego el tiempo de la ocupación estadounidense tras la rendición japonesa, que Nosaka describe sin tapujos ni concesiones, como no podía ser de otro modo tratándose de él, aunque en esta ocasión la tragedia y la crudeza de La tumba de las luciérnagas queda sustituida por una descarnada sátira sobre el humillante proceso de "reeducación" a que se vio sometida la población japonesa en tiempos de paz. De la inagotable sucesión de desternillantes situaciones que describen de forma certera pero mordaz el proceso de asunción de la "pax americana", se lleva la palma la surrealista pedagogía empleada en las clases de inglés: si lo que Nosaka nos describe sobre esas metodologías es cierto (y aunque puede que el autor haya exagerado, algún fundamento de realidad sostendrá), uno puede hallar una explicación sostenible al pésimo nivel de inglés que posee una buena parte de la población japonesa.
En definitiva, una novela de Nosaka que consigue ser cachonda en lo trágico pero sin resultar chirriante: todo un logro.
Desde la modesta perspectiva de un simple aficionado a la lectura, diré que una de las cualidades que más admiro de un escritor es su capacidad de abordar determinados temas o experiencias vitales (de nuevo hay que tener en cuenta lo mucho que de autobiográfico tienen los textos de Nosaka) desde múltiples perspectivas y tonos, muchas veces valiéndose de la creación de personajes de variopinta condición para lograrlo.
Recordemos que en La tumba de las luciérnagas Nosaka consigue dibujar, mediante el sombrío relato de la lucha por la supervivencia de dos hermanos de corta edad, un crudo panorama de muerte y desolación en un Japón que en 1945 agonizaba bajo el peso de las bombas estadounidenses. Las algas americanas, en cambio, queda ambientada en los años sesenta, en ese Japón que ha abandonado la posguerra y todo su universo de carestía material y hundimiento moral; un Japón que empezaba a solazarse en su recién conquistado bienestar, a la vez que se empecinaba en mirar con ojos de distanciamiento y espíritu de amnesia a aquellos años de sufrimiento y escasez que, después de todo, no quedaban tan lejos. Y de forma paralela a esas vertiginosas trasformaciones vividas por Japón en la segunda mitad del pasado siglo, evolucionaban las relaciones que este país asiático mantenía con Estados Unidos, que de enemigo a la fuerza pasaba a desempeñar un papel de amigo forzoso que llegaba a resultar bastante chocante y artificial a quienes de un modo u otro habían sido protagonistas de la contienda bélica que había enfrentado a ambas naciones veintitantos años atrás.
Y en esa dicotomía vive Toshio, propietario de una modesta agencia de publicidad cuya mujer, Kyôko, le anuncia un buen día que pronto van a recibir la visita de un matrimonio de jubilados estadounidenses que ella había conocido en un viaje a Hawai. En Toshio la visita despierta en él sentimientos encontrados y, en el riguroso celo que los japoneses muestran en el desempeño de su papel como anfitriones, interfieren inevitablemente los recuerdos que el protagonista guarda de los años de guerra y aquellos bombardeos "made in USA" que reventaron de manera inmisericorde su primera adolescencia, obligándole, como a todos los japoneses de su generación, a hacerse adulto antes de tiempo. Y luego el tiempo de la ocupación estadounidense tras la rendición japonesa, que Nosaka describe sin tapujos ni concesiones, como no podía ser de otro modo tratándose de él, aunque en esta ocasión la tragedia y la crudeza de La tumba de las luciérnagas queda sustituida por una descarnada sátira sobre el humillante proceso de "reeducación" a que se vio sometida la población japonesa en tiempos de paz. De la inagotable sucesión de desternillantes situaciones que describen de forma certera pero mordaz el proceso de asunción de la "pax americana", se lleva la palma la surrealista pedagogía empleada en las clases de inglés: si lo que Nosaka nos describe sobre esas metodologías es cierto (y aunque puede que el autor haya exagerado, algún fundamento de realidad sostendrá), uno puede hallar una explicación sostenible al pésimo nivel de inglés que posee una buena parte de la población japonesa.
En definitiva, una novela de Nosaka que consigue ser cachonda en lo trágico pero sin resultar chirriante: todo un logro.
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