domingo, 1 de enero de 2012

"La casa de las bellas durmientes", de Yasunari Kawabata


En estas primeras horas de 2012 pongo de nuevo en marcha en blog tras esta semanilla de pausa navideña. Que el nuevo año traiga momentos de buenas lecturas para todos. Bueno, en verdad mi deseo es que nos traiga buenos momentos en general, pero como lo que nos une es la lectura...

Por iniciar el año con algo que contenga cierta sustancia, aprovecho para recordar esta curiosa novela del nobel Kawabata, de la cual no diré mucho, en parte porque la leí hace varios años y además sigo de vacaciones y aún con leves vestigios de resaca; pero en parte también porque poco hay que añadir al preciso análisis que Mario Vargas Llosa hizo de esta obra en su libro recopilatorio La verdad de las mentiras.

Mi impresión general de esta obra es una profunda curiosidad que me envolvió desde la primera página, y eso que la ausencia de acción (precisamente la falta de acción es protagónica) o de una trama intensa hace que a ratos se pueda volver aburrida (son muchos quienes así lo manifiestan en sus respectivos blogs). Pero merece la pena llegar hasta el final, y descubrir la complejidad que como personaje nos ofrece Eguchi, el viejecillo protagonista que acude con asiduidad a un peculiar prostíbulo que da título a la novela, porque en dicha mancebía las jóvenes (jovencísimas) meretrices son drogadas a fin de que los clientes puedan hacer con ellas lo que les plazca y sin la participación activa de las cortesanas, que son utilizadas como meros objetos inertes destinados a satisfacer la frustrada o inoperativa sexualidad de los vetustos varones que recurren a los servicios de tales casas, que al parecer fueron bastante comunes en el Kioto de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.

La novela no deja indiferente a nadie, y ese es el principal valor que le veo, procediendo de un Kawabata que habitualmente recurre al costumbrismo neutro y ejerce por lo general una labor literaria menos hiriente con los valores establecidos del Japón de su tiempo, a diferencia de otros de sus contemporáneos, como por ejemplo Yukio Mishima.

Un trabajo realista, costumbrista, que a la vez ahonda en el perfil psicológico del protagonista, aunque con unas pinceladas onírico-psicodélicas en la segunda mitad del texto que le proporcionan un matiz de originalidad, de fenómeno único e irrepetible: por eso su lectura se hace necesaria.


No hay comentarios:

Publicar un comentario