martes, 17 de enero de 2012

"Flores de verano", de Tamiki Hara


Por fin me animé a emprender la lectura de este libro, lectura que tenía pendiente desde hace seis meses porque siempre había encontrado algo mejor (según mis preferencias y mi criterio) que leer. Deduzco que debo tener alguna especie de instinto oculto que me permite jerarquizar los libros adquiridos en función de la buena o la mala impresión que su lectura me va a causar, porque, como me temía, este Flores de verano no me ha resultado todo lo satisfactorio que debiera.

Y el caso es que me atraía el tema: relatos sobre el bombardeo atómico de Hiroshima narrados por Tamiki Hara (1905-1951), autor que fue superviviente de aquella tragedia, es decir, un representante del movimiento literario llamado genbaku bungaku ("la literatura de la bomba"), destinado a describir y narrar los hechos vividos (sufridos) en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en aquel mes de agosto de 1945, así como las terribles consecuencias para la salud de muchos de quienes tuvieron la mala suerte de salir con vida de aquello pero sin encontrarse lo suficientemente lejos como para no verse afectados por las radiaciones y sus efectos colaterales.

Ya digo que la sinopsis del libro apuntaba buenas maneras, como también lo hace la buena introducción biográfica que el traductor Fernando Cordobés hace sobre la figura de Tamiki Hara, un personaje cuya singular vida ofrece datos como para armar una novela: un licencado en Literatura Inglesa que hacia 1930 hacía incursiones en el movimiento de la literatura proletaria, tan de moda en el Japón de aquellos años (recordemos Kanikosen), pero que pocos años después se convierte en una especie de dandi, a la par que putero (llega a secuestrar a una prostituta en Yokohama, a la que mantiene secuestrada durante un mes, hasta que ella logra escapar). En 1933 sienta la cabeza y se casa, pero su mujer fallece once años después y eso le hace caer en una profunda depresión que le hace abandonar el Tokio donde la pareja había vivido, para trasladarse a Hiroshima, la ciudad natal de Hara, justo unos pocos meses antes del lanzamiento de la bomba atómica sobre esa ciudad, acontecimiento del que él fue testigo y superviviente, y consideró que había que contarlo. Años después, en 1951, quizás sintiéndose incapaz de seguir viviendo con el lastre emocional de aquella terrible experiencia, se suicidó arrojándose a las vías del tren, pero no sin antes dejarnos tres relatos costumbristas y dramáticamente descriptivos sobre lo que fueron aquellos traumáticos hechos del 6 de agosto de 1945. Esos cuentos, que la editorial Impedimenta recopila y publica por primera vez en español con traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, son Flores de verano (1947), De las ruinas (1947) y Preludio a la aniquilación (1949). Siguiendo el orden cronológico de los hechos descritos, que no de la publicación de los textos, Preludio a la aniquilación sería el primero que habría que leer (y por eso figura en primer lugar en la edición de Impedimenta), pues nos introduce a la situación de la familia protagonista de los tres relatos, una familia de Hiroshima con tres hermanos, uno de los cuales, Shôzô, regresa a la ciudad después de haber estado unos años fuera (es evidente que Shôzô es trasunto del propio Tamiki Hara).

Bueno, son tres relatos que se leen con facilidad y en breve tiempo, si bien no dejan demasiada huella... No sé si es que ya estoy curado de espanto y no me impresionan en absoluto los relatos sobre el horror del holocausto nuclear o de cualquier otro tipo de catástrofe bélica, pero lo cierto es que hay ejemplos de este tipo de literatura que han sido capaces de tocar en lo más profundo de mi alma, como La tumba de las luciérnagas de Nosaka. En los tres cuentos de Tamiki Hara veo el mérito que tiene la templanza de ánimo en alguien que, habiendo sufrido aquel horror, fue capaz de contárnoslo para que lo supiéramos y no lo olvidáramos; pero poco más. Hara tenía algo que contarnos y la necesidad de hacerlo (necesidad fundamental para poder iniciar cualquier proceso creativo literario), y así lo hizo. Sin embargo, me quedo con la idea expresada por Fernando Cordobés en la introducción y que viene a corroborar mis sospechas: "De no haber sufrido la experiencia de la bomba, [Tamiki Hara] quizás no habría ocupado un lugar destacado en el panorama literario de su época". Y es que el panorama literario japonés de posguerra no dejaba hueco a autores mediocres: eran los años en que Yukio Mishima iniciaba su fulgurante carrera literaria, mientras que los más veteranos Yasunari Kawabata y Junichiro Tanizaki enriquecían las suyas con algunas de sus mejores obras.

En definitiva, Flores de verano me ha parecido un trabajo necesario por lo que nos cuenta, pero prescindible por lo literario. Si no se lee, no pasa nada. Pero como tampoco va a pasarles nada si lo leen, ¡anímense!

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